sábado, 28 de julio de 2007

Cuento en tres cartas. Parte II

Aquí está la segunda de las tres cartas de un cuentecito algo viejo.

CARTA #2

San Salvador, Agosto de...

Hola Viejita:

Son casi las diez de la noche y empieza a soplar ese viento impertinente que suele paralizarme los dedos y dejarme sin poder hacer lo que más me gusta: escribir. Aún no recibo noticias tuyas, extravío de mis locuras, y tal vez sea que ya no quieras hablar conmigo. Lo peor del caso es que, si así fuera, debo darte la razón. Es duro darse cuenta que los años pasan por sobre nuestro rostros, pero a algunas personas, como a mí, no nos enseñan nada más que a mirar al espejo cada día con más recelo.

Debo confesarme que los años me están haciendo aceptar cosas que antes no aceptaba. Hace un par de semanas, revolviendo cosas viejas, es decir, revolviendo toda mi casa y mi alma, encontré nuestro viejo y único álbum de fotos, ¿se te viene a la memoria? Me detuve en una foto en particular, aquella en la que nos estamos besando, en donde llevas puesta una camisa mía, celeste, larga, que te quedaba tan bien que me hizo pensar que, tal vez, sea cierto que algunas personas nacen para ser la una de la otra... cuanta pasión y ternura había en aquel beso, viejita, tus labios puestos sobre los míos, entonando una melodía cálida, hermosa, solemne, tus manos recorriendo mi espalda desnuda, esa espalda que ahora se niega a llevarme derecho por demasiado tiempo, tu cabello rizado, lleno de aromas y fiestas,... cuantos sentimientos que, hasta ese día, viendo la foto, quisieron dar de nuevo la cara y burlarse de mi nuevo y plisado rostro. Al fondo aún se ve aquel viejo rótulo que yo había hecho a mano y en letras enormes y negras: “MISERABLES” decía el orgulloso rótulo mostrando a todo aquel que lo viese, la invulnerabilidad de los sueños de aquel mi grupo de la adolescencia, que tomó su nombre gracias a los ataques de furia de el profesor de contabilidad y al maravilloso libro de Víctor Hugo. Que beso aquel, viejita, cuantos recuerdos, cuanto dolor.

No he podido acordarme del nombre de aquella amiga tuya, aquella del bachillerato que murió el año pasado de un cáncer que le comió poco a poco su estómago y su agradable sonrisa. Estuve pensando en ella después de ver en la televisión, en casa del vecino que me prestaba su escalera para cambiar una bombilla que se fundió sin avisarme siquiera; a uno de los hijos de esta tu amiga: el varón, que ahora es abogado, ayer me enteré que lo acusan de algo, mas no me enteré bien de qué, creo que por estafa a algún cliente o algo así, él llevaba la cara tapada y decía que nadie tenía pruebas de que él hubiese cometido aquel delito, aunque, según escuché las pruebas eran irrefutables y lo implicaban directamente a él y a otro socio suyo. ¿Será que las generaciones son cíclicas, viejita?, ¿será que si la generación anterior fue buena, la siguiente no lo será?, porque yo recuerdo que tu amiga era buena, buena como la brizna que a veces se cuela por mi techo, en los meses de noviembre, y no era capaz de hacerle daño a nadie, ni siquiera con la mirada. Como cambia la vida, viejita, como se va deteriorando la vida.

Lo del empleo,... nada aún, nadie cree que aún sirva para algo, y la verdad, después de tanto tiempo intentándolo, es que hasta yo mismo estoy empezando a creerlo también. Todo se me antoja muy irónico últimamente: lo que aprendí a lo largo de los años, con grandes esfuerzos y dedicación, ahora resulta obsoleto y todo el mundo solicita experiencia en nuevos campos, pero ¿cómo renovarme si no me lo permiten?, ¿cómo aprender si se me niega la oportunidad?, todo el mundo cree que alguien de nuestra edad es incapaz de aprender nada nuevo y nos miran de soslayo, intentando parecer condescendientes con estos viejitos que ya deberían estar en el asilo, o siendo cuidados por los nietos,... pero ¿que hay de los viejito que tuvimos la decencia de no traer a nadie a este mundo para que sufriera, para que estudiara durante veinticinco o treinta años, intentando prepararse para la vida y, al cabo de diez años estuviera tan viejo que nadie, absolutamente nadie crea que sirva para algo?, ¿qué hay de los humanos con sentido común, que no quisimos seguir a la corriente y traer a este mundo a seres que no tenían la culpa de todos los problemas que las generaciones anteriores habían creado?, ¿será que esos viejitos no merecemos más que la muerte?, ¿será que la obsolescencia también se aplica a las almas, viejita?

He querido entrar hasta de vendedor de panes con pollo, pero hay demasiada competencia y la mayoría de estas gentes trabaja con grandes empresas que manufacturan los panes con pollo. Debo admitir que al principio me molestó, pero luego me asombró y después hasta me provocó un ataque de risa: ahora hasta lo que antes se hacía comprando algunos panes y un pollo, se hace a nivel de gran empresa, es increíble, viejita, que hasta el hambre sea patrimonio de las grandes corporaciones, es como si todos estuviésemos condenado a admitir que, después de todo, la vida humana no es más que un cúmulo de personas que compramos lo que otros fabrican, ¿no te da esto ánimos para morir?

Hace poco fui al supermercado a pasear, ¿te suena familiar? Recuerdo las veces en que no teníamos dinero y nos metíamos a un supermercado a fantasear con lo que haríamos si compráramos todas las cosas que jamás necesitamos. “Vamos a comprar todos esos feos floreros de vidrio y a decorar las paredes con los trocitos de colores”, “vamos a vaciar diez botellas de vino tinto en el bebedero del perro del vecino para verlo y reírnos de su embriaguez”, “vamos a limpiar los pisos con el shampoo más caro que encontremos para que el aroma le de envidia a todo el vecindario”, “vamos a comprar todas las flores artificiales que encontremos, y vamos a sembrarlas en el jardín, las regaremos y vamos a esperar a que se llenen de hongos para darnos cuenta de que, por más que los humanos lo intentemos, siempre habrá algo en la naturaleza más poderoso que cualquier intento de sustitución nuestra”... ¿adónde fue nuestra contraria cordura, viejita, adónde?, resultaba tan fácil creer que el mundo en realidad podía girar en la dirección en que nosotros quisiéramos y afrontar a todos esos tontos que creían que el mundo debía estar lleno de religiosos, hombres de negocios y machos de carga; nuestras fantasías eran tan deliciosas para vivir la vida como nosotros queríamos, recuerdas como estábamos decididos decorar la casa que nunca tuvimos con todas las flores del mundo. Queríamos que el muro de enfrente tuviera aquella enredadera de hojas tupidas que se comía alegremente las casas poco a poco; el techo iba a ser de geranios para aromatizar toda el lugar, el patio iba a ser compartido: parte para tus anturios y parte para mis rosas de colores que nos llenarían de alegría, cada vez que llegáramos al patio para retozar en él. Como se hace cruel la vida con el paso de los años, viejita. Por cierto, ayer, terminó de marchitarse la única maceta, con la única rosa que logré cultivar y rescatar del incendio de mis sueños.

He encontrado algo que me ha hecho pensar que estoy más viejo de lo que yo creía, con algunos centavos que, si bien no me sobraban, los había destinado ya para esa tarea, me decidí a explorar un mundo que me resultó siempre evasivo, esquivo desde que tomó auge: las computadoras. Que horroroso invento, viejita, que desprestigio de las facultades humanas básicas, después de años y años de avances, terminar en esos monstruos de automatización, es una vergüenza. Te imaginas, después que el humano supo que podía emitir sonidos, luego aprendió a hablar, luego a escribir,... después que las ideas han podido expresarse (a veces no tan bien como nosotros quisiéramos) a través de palabras, las computadoras nos retroceden a la edad de piedra y nos muestran todo con pequeños e insultantes dibujitos que pretenden ahorrarnos el trabajo, incluso de pensar o leer. Es como si, después de lograr escribir y transmitir nuestras ideas en el papel, regresásemos a los gruñidos y sonidos guturales. El concepto de “progreso”, a mi parecer, ha cambiado mucho, ¿no te parece? Pero me desvío del tema, perdón, es que ya a mi edad el sentido de dejar moraleja le gana a mi sentido común. Lo que quería decirte, es que fui a un lugar que le llaman “cybercafé” y conocí una pseudomaravilla: el Internet. Es increíble, viejita, debo darle ese crédito, en menos de una hora logré ver la fotografía, en diez ángulos diferentes de Cortázar, escuché la sabia e irónica voz de Benedetti leyendo un poema de su propia creación, leí un fragmento de una obra de Cervantes junto a cientos de dibujos del Quijote y vi fragmentos de aquel delicioso libro de dibujos que tanto nos gustó, ¿cómo se llamaba?, ¡ah, sí!, Sandman. Que alegría, viejita, revivir aquella pasión de coleccionar ídolos y darme cuenta que están ahí, a la disposición de todo aquel que tenga el tiempo de admirarlos, eso me llenó de alegría. Además, luego, conocí eso del correo electrónico, lo cual hizo que la primera impresión del Internet se empezara desvanecer, como la efímera belleza de los atardeceres. Es como esto que estoy haciendo yo sobre el papel, sólo que eso lo haces en una pantalla y dando de golpecitos al teclado. Comencé a escribir una carta a alguien que no conocía, sólo para probar el placer de estar escribiendo, pero al ver cómo las letras aparecían en la pantalla y no en el papel, sin mi letra quebrada, sin mis detalles caligráficos, recordé algo que sucedió hace décadas, cuando me escribías casi a diario, cuando aún leía esas deliciosas palabras que ahora me taladran el alma cuando no las encuentro más, ni siquiera en las profundidades cavernosas de mi memoria, esas dos palabras que ahora, aunque entre comillas expresan toda mi verdad: “te extraño” me decías y en más de alguna carta, aún podía sentir tu delicioso perfume, y no pude evitar ser irónico con la señorita que me atendía: “oiga señorita”, le dije, “¿y el perfume de las cartas de amor, en qué parte del correo viene?”, ella se sonrió y capté que no había entendido la seriedad de mi ironía. Luego, y para acabar de confirmarme las fatalidades de este invento, me fui a un centro de conversación al que ya hasta el nombre tiene su, ¿cómo decirlo?,... verbo: la acción de estar y conversar en un centro de conversación o “chat”, se llama “chatear”, si seremos alienados, viejita, si seremos alienados. Para comenzar te pones un sobrenombre, lo cual te desvirtúa como el ente único que eres. Para esto y dado que tenía que hacerlo, no me resistí, me rebauticé como CRONOS, mi ídolo de siempre, el padre tiempo que nunca creyó que su hijo Zeus terminaría por traicionarlo. Al entrar a una pantalla nueva, encuentras otros tantos sobrenombres que tienen ya largas líneas de conversación y caritas estúpidas hechas con signos de puntuación, intentando mostrar sentimientos y estados de ánimo según me explicaron. Sin darme cuenta, una persona totalmente desconocida, que supongo que era una mujer, empezó a enviarme mensajes directamente a mí, diciéndome las medidas de su cuerpo, atributos corporales, capacidades sexuales y soporte vaginal, como si estuviésemos tan cerca que pudiésemos hacer el amor, ¿te parece lógico?, ¿será que estoy demasiado viejo y obsoleto?, ¿será que no me dijeron algún secreto de esos aparatos, y en realidad puedes hacer el amor y tener orgasmos, vía Internet?, pues de lo contrario me parece una de las extravagancias más insulsas de las cuales la humanidad ha sido capaz, ¿te imaginas una orgía del Marqués de Sade en la que no hubiese hombres y mujeres, sino sólo computadoras y líneas de texto intentado sustituir los suaves y esculturales cuerpos de las mujeres y hombres?. En fin, lo demás, es obvio para cualquiera que me conozca, salí del lugar corriendo, un tanto angustiado, debo admitir, vine a casa y empecé, en un intento de expiación y un ataque de melancolía, a escribir esta carta.

¿Adivinas la hora?, son casi la una de la madrugada y yo estoy tan insomne como siempre. En un inicio debo confesar que me aterrorizaba, pero con el tiempo he aprendido a aceptar mis condenas, al grado de llegar a sacarles provecho, como lo estoy haciendo ahora, escribir en la madrugada tiene en realidad tanto encanto que me hace desear hacerlo cada vez más: el silencio, la inspiración, los recuerdos, todo parece conjugarse y hacerme escribir casi como movido por los impulsos de mi alma y no por los de mi mano. Pero la verdad, me siento cansado, viejita. No, no voy a decir que de la vida, no soy tan sincero conmigo mismo todavía. Simplemente cansado de esta comedia extraña que me tocó representar hoy. Al venir y ver las paredes amarillentas de este apartamento sentí algo que me obligó a admitirme. Me sentí temeroso de estar solo, pero aún peor, me sentí triste de verme solo, lo que creí que jamás me iba a ocurrir,... me ocurrió. Que fea es la soledad cuando se mira desde la tristeza, viejita, que cruel y despiadada puede ser si no se tiene más que los rincones amarillentos del recuerdo para seguir intentando mentirse a si mismo y decir a diario que uno está vivo, pese a que no pueda uno sentirse de esa forma desde hace mucho tiempo. Estoy solo, viejita, exiliado de la presencia, expulsado de mis antiguas felicidades, no sé como retornar, que es lo peor, a sentirme a gusto con mi soledad. Las voces resuenan en cada rincón y aparecen como fantasmas en mi habitación y me reclaman por haber preferido la vida que decidí vivir, por haber preferido no ser padre, por haber decidido ir en contra de la corriente y declararme irreverente a la religión, por haber decidido que mi vida tenía que ser lo que yo quisiera y no lo que esos payasos vestidos con trajes caros y que dicen llamarse gobernantes querían que fuera, me reclaman por haber permitido que lo nuestro se acabara. ¿Qué es esto, viejita?, ¿cómo se le llama a esta locura? Es la primera vez que me ocurre y aún no sé como apartarme esta opresión del pequeño rincón que he dado en llamar alma. Sólo tu fantasma no se me aparece, sólo tu voz no me reclama... lo cual me apena y me entristece más que la angustia que me rodea. Como quisiera verte de nuevo, aunque fuese para oír tus reclamos. Ni siquiera los libros han logrado curarme este abandono de mi aplomo, lo cual en verdad me preocupa. ¿Cuándo, viejita, un libro no logró sacarme de mis ausencias?, ¿cuándo García Márquez, Joyce, Melitón o Dalton?, ni siquiera Dalton me ha logrado arrancar de este lugar nublado y oscuro, de esta habitación en la que me han encerrado los cancerberos del tiempo y la nostalgia.

Creo que reflexionando profundamente, esa, la que te comento en el párrafo anterior, es otra de las razones para querer seguir trabajando: sentir que no estoy solo, que aún alguien necesita de mí y de lo que hago. Que aún hay alguien que pueda decirme que puedo hacer mi trabajo, que necesita de mis conocimientos o mis habilidades para seguir adelante. Pero la necesidad parece que no es mutua, viejita, yo necesito,... pero, alguien más,... ¿me necesita?

He soñado, viejita, con volver a verte, con volver a sentir tus rizos acariciando mi rostro, que ahora, está plisado por culpa de mis décadas inexorables. Ni siquiera sueño con un beso tuyo, no por no desearlo, sino por que no puedo ser tan soñador como antes y querer lo que ya para mí está vedado, simplemente quiero el beso de tu presencia, de tu sonrisa, tan sólo el beso de tu voz a la distancia. Ya la pasión de aquellas noches que alguna vez tuvimos, se ha ido marchitando junto a mí necesidad de seguir viviendo, y he llegado a conformarme con lo que fue alguna vez y que no volverá a ser. Es muy peculiar, viejita, como los motivos para sentirse orgulloso van cambiando con el andar de los años, antes me enorgullecía de mi pasión, de mi fogosidad, pero, si me lo preguntaras ahora,... he aprendido a hacer una deliciosa limonada, como nadie más sabe hacerla.

Es difícil llegar a encontrarme con las dificultades de la edad, no con los achaques, esos los acepté antes de que llegaran para no sentir demasiado su arribo, me refiero a la forma en la que las demás personas te miran. Pareciera que, pese a que todo el mundo dice que somos la muestra clara de la sabiduría al paso del tiempo, fuésemos, en realidad, un florilegio de tormentos para los demás. Y es que yo sí acepté mis achaques, pero los demás, esos que creen que somos una raza extraña, ajena a la de ellos, ellos no parecen entender que las manecillas del reloj, el avance del maldito reloj no se detiene para nadie, ni siquiera para ellos, mucho menos para nosotros.

¿Alguna vez has tratado de definir tu vida de alguna forma diferente? Yo he llegado a pensar en la mía como una colección de postales que jamás recibí. Toda la trayectoria de mi existencia ha estado marcada por la partida de las personas, que alguna vez, estuvieron a mi lado, y de mi invariable anhelo, no de verlos pues no siempre era posible, sino de recibir postales de su vida, con lugares, conocidos o no, invadidos de letras de mis amigos, de mis parientes, de mis amores, de mis enemigos, de mis conocidas y de mis queridas. Cada una de esas postales no recibidas significó una lección en mi vida, cada una de esas fotografías con dedicatoria que jamás llegaron, me hicieron entender que la partidas siempre son para siempre, aunque las personas vuelvan.

No sé, viejita, cuanto tiempo podré seguir como hasta ahora, muriendo de recuerdos y no de verdad, y debo admitir que ya me impacienta dejar de aparentarle al espejo que sigo con vida, cuando la verdad es que la vida parece escaparse por las rendijas de la ventana, parece ser succionada por los ojos de la mujer a la que, por accidente empujé, o por el niño que me dijo “viejito feo” por el simple placer de verme rabiar, o por el hombre gordo que casi me bota por querer sentarse primero en el asiento del autobús. Y ahora, aquí en mi habitación, viendo una pila de cajas viejas con una pila de tonterías, me doy cuenta de como es de buena la soledad para destruir esos castillos de naipes sobre los que llegamos a construir nuestras vidas.

Creo que mis ojos enrojecidos empiezan a necesitar un poco de oscuridad, así que, mi querida viejita, no sé qué más decir, excepto que me gustaría recibir algunas líneas tuyas algún día, pues de verdad, de verdad te has convertido en una de las pocas razones para abrir los ojos y esperar un toque a mi puerta cada día. Pídele a ese tu Dios que me deje tranquilo, que ya es tiempo de que, si puede hacerlo, me permita irme, sin pena ni gloria, que ya es tiempo de que se digne a acortar mis miserias y que me lleve, o me mande, adonde mejor le parezca. No, no me taches de blasfemo o irreverente, sólo digamos que cada día me es más difícil conservar la calma y la paciencia de esperar lo que la vida quisiera mandarme.

Cuídate mucho, atentamente,...

Yo...


CONTINUARA...

viernes, 27 de julio de 2007

Cuando la "tortilla se da vuelta"

Redacción Diario Co Latino

El congresista demócrata de Estados Unidos, James P. McGovern calificó de “irresponsable y criminalizadora” a la Ley Especial contra Actos de Terrorismo, aplicada a 14 personas capturadas durante una protesta contra la privatización del agua en el municipio de Suchitoto, el 2 de Julio.

Las críticas del político estadounidense, sumadas a las interpuestas por diversos organismos sociales del país y del extranjero, se plasman en una carta que éste le envió al Presidente de la República, Elías Antonio Saca el pasado lunes.

En el documento, McGovern expresa su “preocupación” en torno a la referida Ley.
“Querido Presidente Saca, le escribo para expresarle mi gran preocupación acerca de las detenciones que tomó lugar en y alrededor de la municipalidad de Suchitoto, departamento de Cuscatlán, el 2 de julio de 2007, y sobre los cargos que han sido levantados en contra de esos detenidos”, reza en primera instancia la carta.

Más adelante, detalla que los cuatros miembros de CRIPDES -la presidenta, vicepresidenta, una periodista institucional y el motorista- “no tuvieron que ser capturados”.

“Esto es particularmente problemático en el caso de los cuatro miembros de CRIPDES, quienes nunca llegaron al lugar de protesta y estuvieron allí sin una evidencia aparente de ninguna actividad criminal. Es difícil de evitar la conclusión que su arresto fue con la intención de prevenirles de participar en la demostración y que estaban políticamente motivados”, expresa en la carta.

McGovern agrega que las medidas impulsadas por el Gobierno Central en torno al tema no son “responsables” y que existe una clara confusión interpretativa alrededor de la aplicación de la Ley Antiterrorista.

“…no parece ser una medida responsable de un gobierno buscando mantener el orden, mientras se está observando derechos básicos civiles, tal es el derecho a la libertad de asociación y el derecho de protesta. En vez de esto parece una medida a criminalizar una prioridad a algunas formas de protesta social en El Salvador. Yo creo que hay una distinción importante entre los actos de protesta, inclusive esos que van en contra de la ley y actos terroristas. El respeto a la democracia y la libertad de expresión demanda que esta distinción sea observada”, puntualiza el congresista en su carta de dos páginas.

También apoya lo dicho por el Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos, Oscar Humberto Luna, en el sentido que le parece “excesivo” la aplicación del referido reglamento.

En las siguientes líneas añade que: “hay una profunda diferencia entre lanzar rocas, la cual puede ser fundada como cargos de ataque, y actos de terrorismo y ese es un importante tema de la ley, que lo último no sea confundido como un acto delincuencial o pequeño crimen”.

El político estadounidense aseguró que el clima creado durante y después de los hechos en Suchitoto ponen en riesgo el clima de diálogo existente en el país. Asimismo, sostiene que este podría crear ‘miedo’, ‘intimidación’ y ‘polarización’ social la cual está alejada al espíritu de los Acuerdos de Paz.
McGovern exhorta a Saca y al Fiscal General de la República, Félix Safie, para que “quite” los cargos por los que son procesados los capturados y que, por el momento, gozan de libertad condicional.

“…más allá le sugiero que quite los cargos de antiterrorismo en todos los casos pertinentes al evento del 2 de Julio, que investigaciones postreras resulten en clara evidencia en contra de individuos específicos habiendo cometidos actos ilegales, entonces esas investigaciones y procesos tienen que ser trasladados bajo una ley común criminal”, acota la carta del congresista estadounidense.

Presidente Saca le resta importancia a carta de congresistas
El Presidente de la república Antonio Saca, confirmó ayer que recibió una misiva de congresistas estadounidense donde se le pedía explicaciones de los hechos en Suchitoto pero que fue “una carta más, como cualquier otra”.

El Jefe de Estado aseguró que envió la misma a cancillería para que esta oficina conteste y de todos los detalles al respecto.

“Ese es un trámite normal que sucede siempre, yo estoy contestando cartas de todo el mundo. Quien quiera información sobre la realidad nacional la va a tener”, manifestó el presidente, sin darle vueltas al tema.

Según se conoció, la correspondencia le sugería al presidente estudiar más detenidamente la Ley Antiterrorista y aplicarla adecuadamente, además, le hacía énfasis en la necesidad que El Salvador mantenga vivos los Acuerdos de Paz, ya que una situación represiva podría llevar a un nuevo conflicto armado.

No obstante, el mandatario dijo que la carta solamente pedía datos de lo que había pasado. “Les hemos aclarado que aquí en El Salvador se respetan las libertades, ellos lo saben, lo saben todos los congresistas de los Estados Unidos, aquí hay total libertad, la gente se puede manifestar, puede disentir sobre las ideas, hay una oposición que está manifestándose constantemente, así que en esa línea he contestado”, sostuvo el presidente, ayer, en Santa Ana.

No siento la necesidad de agregar nada, que el título y la noticia como tal hablen por sí solas.

Ah, una cosa, tal vez. ¿Aprenderán? yo espero que sí

Caray, parece que no soy tan adicto, no se si me agrada o me desagrada

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jueves, 26 de julio de 2007

CRUEL REALIDAD

Son las 5:09 pm, es un día jueves 26 de julio de 2007...

ES OFICIAL: NO QUIERO TRABAJAR NUNCA MÁS EN MI VIDA.

No, este no es un post filosófico, de análisis político, de denuncia, literario o profundo. Simplemente, es un post que busca decir LA VERDAD.

martes, 24 de julio de 2007

Melancolía y tedio

Tango del quinielista
Joaquín Sabina

Esta es la historia de un hombre cualquiera
que una tarde marchita de domingo
pegado al transistor, sufre y espera
a que den el resultado del partido.

Suena un tango que aflora
entre las equis, los unos y los doses traicioneros
del equipo local
que con mas clase sin embargo ha perdido
demoliendo tanta terca ilusión
dinamitando tantas torres de naipes, tantos sueños
del quinielista pobre que tendrá
que volver a la fabrica de nuevo
el lunes a las ocho
como cada semana renunciando
de momento, a la entrada del piso y a la boda
por culpa de un balón y de un portero,
de un penalti cabrón y de un defensa
por culpa de un maldito delantero
desengaños, que asaltan las murallas del invierno
cuando se va la tarde del domingo y no le queda al hombre
más consuelo que esperar el vaivén de la fortuna
rescatar del baúl el traje nuevo
ir con la novia al cine donde explora
con inútil pasión sus blandos senos
y mientras Marlon Brando en la pantalla baila un tango en París
vuelve el recuerdo del arbitro traidor
¿cómo es posible que un penalti desaga tantos sueños?
Y a las ocho,
se acostarán por fin en aquel viejo cuartucho de pensión
la misma cama de la manta amarilla
el mismo miedo a manchar el colchón
donde abandonan arrugados los últimos esfuerzos
de la tarde marchita de domingo
que abre la oscura puerta del silencio
como una mano blanda y taciturna
cuando los verdes dedos del invierno
hayan ido cerrándose cansados
sucios, ajados, turbios, polvorientos
hasta llenar de frío las papeleras
donde agoniza el corazón
del tiempo.

Y afloran los deseos escondidos de no trabajar nunca más en la vida, de no tener que seguir en la rutina de levantarte, ir a trabajar, regresar y una vez más volver a al ciclo una y otra y otra y otra vez.

Tal vez, y como dice Sabina, "Yo que he nacido para rey, trabajando por dinero..."

Comoquiera que, para los pobres no es más que una necesidad, las cosas se vuelven todavía peores.

Y si nos ponemos blasfemos y bíblicos, maldita sea la manzana...

viernes, 20 de julio de 2007

Un cuento en tres cartas

Esta es una vieja historia, que escribí allá por 1995 más o menos, así que si de repente encuentran alguna alusión a cosas del pasado, o a cosas que, pese al tiempo, siguen siendo tristemente vigentes.

Espero que les guste

HOLA VIEJITA

CARTA #1

San Salvador, Marzo de...

Hola Viejita:

Hace mucho que no te escribía, pero ha sido por falta de dinero para poner la carta en el correo, no por ausencia de deseos, eso quiero que te quede claro. Mis deseos, aunque ya son los de un viejo cuasi senil, no dejan de encaminarse a los placeres de saberte cerca, pese a la distancia que pueda haber entre nosotros.

¿Cómo estás mi amor perdido, mi amor fallido, descuido de mi reloj?, ¿Cómo está tu esposo?, ¿qué tal tus migrañas, esas que te cortaban la mirada y te hacían ver arañitas grises en las paredes blancas de tu antiguo apartamento?, ¿sigues con esas náuseas matutinas de las que siempre nos reímos, pese a tu cara de asco?

Te cuento que mi pensión no tuvo mayor aumento, sólo fueron cien pesos de aumento y diez siglos de trámite, que me hicieron recordar un poco a la caída del imperio romano, que comenzó no por las guerras, sino por la creencia de que las instituciones podían sostener la vida de una enorme civilización y no las personas como tales. Resulta increíblemente difícil imaginar cómo las instituciones se mantienen sólo gracias a la inercia de viejos y empolvados tiempos. Creo que la senilidad llega siempre que permitimos que la carcoma de lo cotidiano nos gane la carrera, ¿no te parece?. ¿Sabías que últimamente mis deseos de correr han decaído de una manera muy rápida?. Pero parece que también estos lugares están siendo vencidos por la rapidez de los tiempos, si vieras como están de mustias las paredes de las oficinas de trámite, desdibujadas y resecas, como si las construcciones también tuviesen piel humana y, con el paso del tiempo, igual que a nosotros, la humedad y tersura de la piel se van extinguiendo. Pareciera como si el lugar ha ido envejeciendo achacosamente a nuestro lado. Esta vez que fui ni siquiera habían quitado los hilillos de algodón que dejan las arañuelas, aquellas que te provocaban hinchazón en los dedos, y cuelgan en ese lugar como adornos siniestros en honor a los personajes que llegamos, intentando recordarnos que, algún día, nuestra alma también tendrá esos hilillos de algodón. También algo me entristeció un poco, pero sólo un poco: aquella agradable señora que te platiqué, aquella de la nariz elegante, pues tuvo que renunciar con esta cuestión del “retiro voluntario”. Lástima, en realidad me gustaba su nariz.

¿Ya leíste que el invierno vendrá con fuerza y con más frío? Eso me asusta un poco, mi artritis se siente triste con los inviernos fríos. Y la tristeza de mis enfermedades implica que las fortalezas de ilusión que construimos alrededor de nuestra acerada lozanía,... bueno, no son más que eso, fornidas ilusiones que se desvanecen, igual que las nubes de pensamiento que vemos en las tiras cómicas de los periódicos.

¿Cómo están las macetas con las rosas?, ¿Siguen tan hermosas como siempre? Siempre tuviste buena mano con las plantas, recuerdo que aquella vecina tuya, ¿cómo se llamaba?, siempre te tuvo envidia porque a ella las plantas se le morían en las manos y en cambio tus plantas echaban flores antes de que las sembraras. Ay viejita, como extraño tu magia, esa a la que cuesta tanto adaptarse, pero que se te da de una manera tan natural que resulta imposible no caer en su encanto. Magia, viejita, magia es lo que necesito en estos momentos, tu magia para darme fuerzas y seguir creyendo que la fantasía puede sobrevivir en este extraño planeta que cada vez tiende más a descreer en las hadas y duendes, y a creer más en los dólares y ese artilugio de crueldad que tantas personas nos quieren vender con el nombre de realidad.

Desgraciadamente sigo sin conseguir un empleo. Como ya te comentaba, la pensión no me alcanza ni para pagar el pasaje del autobús, que por cierto, no tardará en sufrir otro incremento. Es tan difícil aceptar las necesidades y carencias de los otros cuando no logramos suplir ni siquiera las nuestras, ¿no te parece?. Pero en fin, como te iba diciendo, sigo sin empleo, y eso es por una sola y desgarradora razón: hemos llegado, viejita, a la edad del pecado, ya le ganamos la carrera al calendario y hemos dejado de contar y nombrar los meses para evitar bebernos el veneno de la realidad; y sí, desgraciadamente hemos llegado a esa edad, en que decir la verdad es un pecado, porque las hojas, esas que sirven para contar los días, nos escupen a la cara lo que todo el mundo piensa: ya no servimos para nada y para nadie, aunque podamos hacer aún mariposas de colores y hacerlas volar como antes... Bueno, tal vez al principio los colores eran más brillantes, hoy mis mariposas tienen colores más pastel.

Hace algunos días me encontré con Marcos, ¿te suena?, era aquel muchacho que conocimos cuando aún yo trabajaba como contador, esa profesión que parece estar ligada, por algún conjuro a lo monótono y aburrido. Debo decirte que, al igual que a nosotros, al pobre Marcos la juventud y la lozanía se le escaparon por la puerta de atrás sin dejar siquiera una nota de despedida, tal vez hace mucho tiempo. Me contó que se había divorciado y que pasaba los días leyendo el libro de Las Mil y Una Noches, pues su ex esposa se llevó el radio y la televisión y algunos otros trozos de los bienes que se compran creyendo que son la muestra tangible del amor. Marcos, ahora lee y lee por las largas y gastadas noches, tanto que a veces cree ver mercaderes, Efrits, personajes encantados y de ensueño que le hacen más soportable la vida, esa señora que a veces parece tratarnos de una forma tan despreciable y cruel que creemos que debe de ser un mal chiste contado, claro está, por algún mal comediante. A propósito, yo nunca compré el televisor que alguna vez te conté que iba a comprar. Las razones son dos: la falta del dinero, la cual, creo yo, es la más obvia de mis razones; y la falta de deseos de ver televisión. Jamás me acostumbré al aparato que parece tener un poder hipnótico, tanto que se nos olvida que el mundo es redondo y no cuadrado; y que tiene miles y miles de kilómetros y no catorce o veintiún pulgadas. Nunca compré el televisor, creo, tal vez, haya sido porque nunca me interesó vivir otras existencias, vividas en caras hermosas y ataviadas que jamás, por más que yo lo hubiese deseado, llegaron a parecerse a la mía.

Pero, volviendo al punto, pobre Marcos, la tristeza le está ganando espacio a su cuerpo y está delgado, diezmado como aquella paloma que encontramos, que había empezado a ser comida por las hormigas y terminó muriendo a nuestros cuidados en aquella jaula que le compramos. Yo le dije a Marcos que superara su pena, que nada vale la pena como para acabarse la vida en nombre de una persona que, tal vez, ya no nos quiere, que se buscara otra mujer, pero, la verdad, él no lo desea, vive enamorado de su ex esposa y se niega a aceptar que todo ha cambiado para él. Claro está, los motivos de su divorcio ni siquiera se los pregunté, y luego, pensando tranquilamente, me di cuenta que, pese al tiempo, yo tampoco quise buscarme otra mujer, que yo tampoco quise superar mi pasado, aunque, claro está yo no tuve intenciones de morir. Sin embargo, yo tampoco, viejita, yo tampoco estuve dispuesto a amar a otra mujer después de,... vaya, pero no estamos hablando de mí en este momento, ¿verdad?

Me escribió Sonja, aquella buena amiga de Alemania, aquella con quien comimos una buena cena en tu antiguo apartamento y reímos y hablamos y nos divertimos sentados en aquellas sillas improvisadas con almohadones o sentados en el suelo. En fin, es increíble: sigue contestataria, sigue protestando por todo aquello que le parece injusto, como cuando era una sempiterna rubia joven, me envió una fotografía, protestando por los problemas raciales en su país, está con otras alemanas, cerca de la Plaza de Berlín. A veces envidio la fortaleza de ideales que aún tiene,... yo,... yo,... ¡ah! bueno, ya sabes lo que quiero decir.

Ayer hice algo que siempre quise hacer y nunca te conté: a eso de las diez de la mañana tomé un autobús a la playa, el cual iba bastante vacío por ser día de semana. No llevaba más que lo del pasaje del autobús y diez colones para el almuerzo; una botella; un corcho; papel y lápiz. Cuando llegué, la playa estaba casi vacía también, caminé algunos metros hasta encontrarme con un banco de piedras muy grandes en las cuales me puse a escribir apoyado sobre mis rodillas. La nota decía: “Soy un solitario en la isla desierta de mi existencia, estoy varado aquí desde el naufragio de mis más tiernos y enarbolados sueños, estoy a merced de las bestezuelas del desencanto y las carroñeras de la soledad sin remedio, si alguien lee esta nota,... aléjese pronto”. La nota iba sin firma y escrita a lápiz con grandes letras desdibujadas, luego la introduje a la botella, la tapé con el corcho y la tiré lo más lejos que pude, para ver como se desvanecía lentamente mientras bailoteaba entre las pequeñas colinas de la marea. Bien, ese es el gran secreto que nunca te comenté, siempre soñé con recibir correspondencia desde el mar, estando en alguna isla desierta, comiendo cocos, llenos de sudor, solo y esperando desesperadamente alguna noticia que llegara a través de una vieja botella. Hay tantas cosas importantes que jamás te conté. Lo siento.

Debo confesarte que hice algo que jamás pensé hacer y siempre me alegré de pensar que no iba a hacerlo jamás. Te confieso que he comprado una nueva taza para el retrete. Las tazas de retrete, viejita, son los peores inventos de uso común que se han creado, y que conste que subrayo lo de uso común, porque el peor invento de uso no común, ya sabes cual creo que es. Por las tazas de retrete, viejita, vemos como nuestros “desperdicios” desaparecen de nuestra vista. Siempre lo consideré una especie de autonegación, pues hasta nuestros desperdicios forman parte, incluso más que cualquier otra cosa, de nuestro ser, y teniendo tazas de retrete, es como negar que somos una mezcla de secreciones y desperdicios que desarrollan alma con el paso del tiempo. Sin embargo he aprendido – muy en contra de mi mismo – a respetar las normas de esta sociedad,... afortunadamente lo he aprendido ya al final de mi vida y no tuve el infortunio de transmitir este respeto hipócrita a nadie en toda mi existencia. Tantos años que lleva la humanidad, viejita, y no aprendemos a vivir ni siquiera con nosotros mismos. Tanto es así, que nosotros, los viejos somos considerados como un rezago de tiempos pasados, tiempos que no son como los de ahora y, por consiguiente, no pueden llegar hasta nuestras cabezas, porque “No se le pueden enseñar nuevos trucos a un perro viejo”. “El que no recuerda el pasado, está condenado a repetirlo”, ¿te acuerdas de quién escribió eso?, bueno parece que las repeticiones son un mal humano, pero en fin, los viejos no podemos repetir el pasado,... y eso me hace muy desdichado, magnánimamente desdichado.

La semana pasada cociné algo que siempre te gustó: lasagna de queso. Andaba por el supermercado comprando un poco de café, ese que ya sé que no debo tomar por las gastritis, pero,... de cualquier modo, al atravesar un pasillo vi el paquetito de pasta. Ahí, solitario, casi como esperándome, y no pude resistir llevármelo a casa conmigo. Compré también un paquete de queso, de ese suave y con sabor agradable, y salí corriendo de aquel lugar. Me llevó más tiempo del esperado preparar la receta, pero es que el tiempo casi siempre se pone de acuerdo con la memoria y nos hace jugarretas de mal gusto, aunque no nos guste aceptarlo. Cuando estuvo listo me serví un enorme plato de lasagna, aún a sabiendas de los problemas que podía ocasionarme. Me lo comí lentamente, saboreando cada bocado, tratando de conjurar mi suerte con cada trozo que partía y lo llevaba a mi boca, casi con avidez. No lo sé, tal vez preparé aquel plato como una esperanza tonta de traer a mi, con cada bocado, aquellos retazos de mi pasado que deseo tener ahora: empleo, fuerza, agilidad, buena memoria, buena vista, zapatos deportivos, cinismo, crueldad, odio, rencor, pinturas al óleo, pinceles, pasión, nostalgia, la bola de cristal que se me quebró, las grandes amistades como Mitchell y José Mario, mi nombre con su significado, mis libros vendidos por necesidad,... tu presencia. Claro está todo esto, no necesariamente ha de ir en ese orden, pero, claro está, tampoco puedo decirte el orden, tal vez por falta del séptimo elemento nombrado en la lista, o tal vez por falta de una combinación entre los décimo tercer y décimo cuarto elementos.

Bueno viejita, creo que debo despedirme, mi taza de café está vacía y mis ojos reclaman un sueño que no sé si soy capaz de darles. De cualquier manera, antiguo y preservado amor, espero que estés bien (tu esposo también, claro está), espero que me escribas pronto y que dediques algunas palabras en tus oraciones para que logre encontrar, por fin, un trabajo para seguir sobreviviendo. No importa el tipo de trabajo, pero que sea uno en el que pueda, por fin, ganar lo que debería de ganar un viejo que ha trabajado toda su vida y que ahora, necesita de la ayuda de la sociedad que alguna vez ayudó a construir,... o a destruir, quién sabe.

Adiós, viejita querida, que estés bien, espero tu carta de contestación, aunque si no viene, igual seguiré escribiéndote, ya sabes que escribir es algo que, simple y sencillamente no puedo dejar de hacer. Atentamente,

Yo...

CONTINUARA...

miércoles, 18 de julio de 2007

Recuerdo Mortales. Parte Final

La primera vez que ella y yo estuvimos juntos en mi cama fue dos meses después de haberla conocido. Fue un encuentro bueno, aunque algo carente de pasión, fue un desahogo para ambos. Los dos estábamos tan llenos de ansiedad que no hubo mayores preámbulos, nos vimos y tuvimos el acuerdo implícito de acostarnos inmediatamente. No había amor, probablemente nunca lo hubo… probablemente.

Las semanas siguientes, a nuestro regreso de cualquier lugar al que nos hubiesen enviado, ella y yo terminábamos en la habitación que me había asignado. Extrañamente jamás conocí su habitación, pero no era algo que yo notase en aquel entonces.

“No creí volverte a ver”, me dijo ella una vez más, y me sacó abruptamente de mis recuerdos

No supe que decir y observaba mi radiograbadora en mi mano, observaba con detenimiento el eterno girar de los carretes del casete dentro del aparato. La cinta estaba dando las últimas vueltas en un casete que yo no había podido escuchar en su totalidad y me había perdido las canciones que más me gustaban, no había podido disfrutar de lo mejor… como en toda mi vida.

“¿Te molesta verme de nuevo?”

“Me asusta, igual que seguramente te asusta a vos”. No era una respuesta de caballero, pero el miedo neutraliza la mayor parte de tu educación.

Ella se paró rápidamente y se paró frente a mí. Yo había visto la muerte muchas veces… muchísimas veces y había aprendido a considerarme muerto para no tener miedo. Pero cuando la vi frente a mí aquella tarde moribunda, realmente sentí pánico: pánico del pasado, pánico de los reclamos, pánico por la cobardía, pánico de sus reclamos… por no quedarme con ella.

¿Querés caminar?”, me preguntó con un poco de tensión en la voz. Yo sentí una falsa tranquilidad y me paré. No tenía más remedio que acompañarla: era lo menos que podía hacer… después de tanto tiempo.

Caminamos por largo rato por los alrededores, observábamos las mismas cosas sin decirnos nada. Cuando llegamos a otro parque cercano ella me tomó de la mano y se paró. Yo me paré y esperé lo que ella tenía que decirme. Esperaba que me reclamara la forma en la que me fui, sin despedirme, sin recordar que ella, ELLA que vivía por mí, que vivía para mí, aún estaba en aquel lugar; porque en los peores momentos de nuestras respectivas estadías en aquel lugar, nuestras soledades se hacían mutua compañía y nuestras ansiedades se quedaban en las sábanas revueltas de mi habitación; porque después de las veces que ella me dijo que empezaba a necesitarme, yo le había dicho que me agradaba escucharlo y que tal vez yo también empezaba a acostumbrarme a estar solitario en su compañía; porque en aquel momento en que me fui, ni siquiera me tomé la molestia de dejarle una nota diciéndoles que me iba para siempre, que ya no aguantaba una vida que no era vida, que no soportaba el hecho de permanecer ni un segundo más en aquel lugar, incluso sabiendo que ella estaba ahí…

Y cuando esperaba lo peor, cuando creí que ella iba, por lo menos a gritarme y a pegarme un par de cachetadas… fue entonces que me di cuenta que estaba llorando. Aquello me desarmó, me dejó sin pensamientos, sin argumentos, sin las posibles defensas que había esgrimido en mi mente para contrarrestar cualquier tipo de protesta o de reclamo.

“Era mi única oportunidad”, le dije con un tono de estúpido en mi voz.

“Lo sé”, me dijo ella.

“Lo lamento”

“Yo hubiese hecho lo mismo… creo. Es tiempo de que te vayás, tu esposa está por regresar de su pueblo”

Aquella última parte me atemorizó por un segundo una vez más, pero sabía el lugar en el que ella todavía se encontraba y sabía que yo jamás iba a estar completamente afuera.

“Cuidate”, me dijo y me extendió la mano para estrechar la mía. Yo alargué la mano y no le dije nada, sabía que decirle lo mismo hubiese sido cínico.

* * *

No hace mucho me enteré que ella también había muerto. Me alegré por ella y decidí no traerla a mi mente nunca más.

Pero por alguna razón, hoy la recordé, hoy mi mente quiso que la recordara y a la vez quiso recordarme muchas historias de aquel lugar: historias de terror, de soledad, de tristeza, de eterna melancolía… pero esas, son otras historias.

FIN

lunes, 16 de julio de 2007

Seguimos en lo mismo

La bocana de San Diego se inundó debido a las fuertes lluvias del fin de semana.

Según las autoridades, esto se debió a la gran acumulación de basura en el lugar, pero los habitantes dicen que es porque desde las lluvias del año pasado, la acumulación de arena va tapando la bocana.

Si bien es cierto, y tal como ya lo dijera en un post anterior, la responsabilidad en este asunto es compartida, es el caso que las autoridades respectivas también deben de poner atención a lo ocurrido.

Todo empieza por la educación, y si es cierto que el problema fue la acumulación de basura, se hace necesario una campaña de concientización en los alrededores.

Tal y como se está en la mejor de las disposiciones de gastar algunos millones de más en las votaciones separadas, bien podrían gastarse algunos millones en un intento (quijotezco tal vez, pero necesario) de mostrarle a la población los riesgos que se corren al utilizar la bocana como receptáculo de basura.

Graciosamente, son las ONG's las que se encargan de la labor educativa al respecto. Sin embargo, el gran problema radica en los fondos limitados con los que cualquier ONG cuenta, no así las instituciones de gobierno, las cuales hacen gala de los más grandes despligues publicitarios cuando las obras se terminan, como fue obvio la finalización de las labores en el barrio La Vega. Una vez más, esos fondos de publicidad, por demás cuantiosos, podrían ser invertidos en más obras de carácter social (o de prevención de riesgos, que para el caso es lo mismo), al menos en parte, siendo que la publicidad del "sentido humano" no puede dejarse por un lado.

Una vez más, es de admitir que la responsabilidad es de todos, pero tampoco las instituciones respectivas pueden asumir demencia o culpar sólo a la población, cuando se gastan millones en publicidad y otras cosas menos necesarias (como las votaciones separadas, y perdón por seguir con "el máis a peso y mi nana fiando"), y no en campañas de educación-concientización, como las que las ONG's llevan a cabo con presupuestos por demás reducidos.

Que emoción

Que emoción, le van a subir al pasaje de autobuses una vez más.

Nop, no voy a hacer un análisis profundo del asunto, pues lo cierto es que, ganancias del sector a un lado, el incremento del diesel (y de todos los derivados del petróleo) es obvio.

Sin embargo surge una pregunta. Amén de las cuestiones ideológicas (muertas y enterradas según JC). ¿Creen ustedes que habría sido provechosa la alianza con Venezuela?

En fin, yo pago $0.40 por pasaje hasta San Salvador, supongo que le subirán a $0.48. Tal y como dije,... ¡¡¡¡Que emoción!!!!

sábado, 14 de julio de 2007

Cuando las palabras fallan y las acciones son detenidas

Las lluvias están por hacer su entrada más triunfal, según los datos del SNET, y las cosas parecen empezar a tornarse más grises para las personas que habitan en las zonas de alto riesgo.

Muchas de las asociaciones sociales (como Oikos Solidaridad, FundaLempa,UNES, CESTA, etc.), se han dado a la tarea de advertir de los riesgos en las zonas de alta vulnerabilidad en nuestro país, al mismo tiempo que denunciar las endebles políticas de gestión de riesgo existentes.

Si bien es cierto, lo anterior es un "secreto a voces", se hace verdaderamente imperativo el cambio de actitud por parte de las autoridades y, en definitiva, por parte de los medios de comunicación, con respectoa este tema, siendo el caso que, por ejemplo, un comunicado de Oikos fue VETADO por parte de los editores de La Prensa Gráfica, aduciendo que una especie de Términos y Condiciones de uso de dicho medio les daba la "potestad" de decidir lo que se publica o no se publica. Cabe mencionar que el comunicado anterior, era un campo PAGADO al periódico y por consiguiente no tendría que haber pasado por la "CENSURA" del medio.

Sin embargo, este no es el caso que nos atañe en este momento, si no, más bien, el hecho de que las zonas de alto riesgo siguen existiendo, cada vez en cantidades exponenciales a lo largo y ancho de nuestro país.

El crecimiento de dichas zonas de riesgo se debe a una buena cantidad de factores, en los que, obviamente, no sólo tiene que ver el gobierno y sus instituciones respectivas, sino la ciudadanía también y sobre todo, por parte de la empresa privada. Por citar algunos ejemplos de lo anterior podría mencionarse el "remiendo" hecho en los alrededores del barrio La Vega, en donde ensancharon el caudal del río Acelhuate por espacio de algunos metros, olvidando por completo el efecto embudo que dicho ensanchamiento podría causar algunos metros más abajo, en donde las inundaciones, una vez más, podrían ser una triste realidad, es decir, el problema sólo se ha trasladado de un lugar a otro. Sin embargo, este aparente descuido por parte del MOP (Ministerio de Obras Públicas), podría no se tran greve si los ciudadanos comunes y las empresas privadas tuviesen a bien no utilizar el citado río como un receptáculo de basura y desperdicios, algunos de ellos, incluso tóxicos. A nadie que viva en los alrededores del río escapa el mal olor que este despide en períodos secos, debido a la evaporación del líquido por efecto de los rayos solares, pudiendo ésto tener graves consecuencias en la salud de los habitantes de los alrededores, tal y como se menciona en más de un informe presentado por una gran cantidad de ONG's a las instituciones respectivas del gobierno.

Otra de las razones por las que las zonas de alto riesgo se incrementan año con año es la salvaje deforestación de la cual está siendo objeto nuestro país, en aras de, la mayoría de las ocasiones, la explotación urbanística, la cual tiene cada vez mayor demanda. Un ejemplo bastante claro de esto es el reparto Montelimar en Olocuilta, La Paz, zona urbanizada en la cual la deforestación y la consiguiente erosión, han hecho que algunas de las viviendas ubicadas en la zona más alta del citado lugar hayan empezado a ceder ante el deslave del terreno hacia una zona en la que, otrora, hubo una gran cantidad de árboles que, lógicamente, hubiesen evitado lo anterior. La deforestación fue causada, obviamente por parte de la constructora de las viviendas, pero fue aumentada por parte de los habitantes del lugar, gracias a la utilización de la ladera dejada por los constructores como un depósito de basura y desperdicios, lo cual evitó el crecimiento de cualquier tipo de planta que pudiese contribuir a la retención del lodo y evitar el efecto arrastre que las aguas pueden causar en laderas carentes de vegetación.

Es de hacer notar la reticencia por parte de las autoridades correspondientes a dejar en claro cuántas zonas reales de alto riesgo existen, lo cual plantea un par de interrogantes: ¿Estarán realmente ignorantes de todas las zonas de alta vulnerabilidad de suelo en nuestro país?, ¿obedece acaso a una bien orquestada farsa para hacernos creer que las zonas de alto riesgo son menos de las que pensamos, para evitar la creciente impopularidad, tanto del gobierno como de las instituciones públicas?

Cualquiera que sea el caso, lo cierto es que las políticas de prevención de riesgo necesitan con mucha urgencia una revisión concienzuda de todos sus recovecos, pues las instituciones involucradas suelen ocuparse de "rellenar los baches" en lugar de preveer con la antelación del caso, como debería ser, los posibles desastres que habrían de ocurrir en las, cada vez más abundantes, zonas de alto riesgo de nuestro país.


Finalmente, y como se dijo anteriormente, cabe preguntarse si debemos echarle toda la culpa al gobierno y sus ministerios y autónomas, o si es momento de, en primera, comenzar a ver el accionar de las empresas privadas con un ojo un poco más crítico y, lo más importante, empezar también a preguntarnos si parte de la culpabilidad no recae también en ese personaje que vemos a diario en el espejo.


viernes, 13 de julio de 2007

De acuerdo, de acuerdo...

Muy bien, muy bien, después de tanto problema mediático-filosófico-cultural-político, después de tanto agravio y después de tanto consejo (esto es para que vean que tomo los consejos): HEME AQUI, este es mi nuevo blog, y espero poder rescatar en su totalidad los pocos posts que tenía en el otro, de cuyo nombre no quiero acordarme

Por el momento, bienvenida sea la calma, bienvenidos sean todos y todas a mi circo y a darle merengue.