lunes, 2 de mayo de 2016

Trozos y fragmentos

Ver al pasado de las letras puede ser peligroso. Ver lo que se ha escrito hace años puede resultar en una autolobotomía. Verte en una fotografía es algo para lo que tu cerebro suele estar preparado. Pero ver la forma en las que escribías o pensabas hace algunos años,… aquello puede ser realmente una revelación.

Leo religión, política, pornografía, misantropía, desamor, dolorosos recuerdos, un alma por la que nadie daría un centavo, moretones en el corazón, balas en el cuerpo, Sabina, El Blues de la Soledad, mi padre que debería ser eterno, mis rencores, mis temores, los sonidos irreverentes y molestos de las hipocresías cometidas hace muchos años, la melancolía, el dolor, el dolor, el dolor…

Los temores han cambiado su geografía, los odios jamás encontraron en mi una tierra de cultivo, las derrotas que alguna vez sufrieron los demás y me dolieron en un sinfín de pequeños estallidos de luz, las caras a las que se les va perdiendo el detalle gracias al borrador de la distancia, la poética belleza de lo miserable que pueden ser las vidas, cuando se ven a través del espejo de la monotonía. Los calendarios se han ido volviendo cada vez más crueles, los reflejos del espejo mucho menos benévolos, el odio por lo humano mucho más agudo.

La pregunta implícita es, claro está, ¿cuánto puede realmente cambiar un ser humano durante su vida? Y cuando uno lee lo que alguna vez escribió, puede llegar a darse cuenta de la peligrosa y amarga realidad: Los cambios suelen ser, en realidad, las contidianeidades que han ido adquiriendo bordes más filosos y como tales, suelen ser hirientes.

En la televisión, los que ayer prometieron cambiar algo, envenenan el aire con sus ofensas en contra de los que sí lo lograron, mientras que los otros, prometen hacerlo mejor, si es que llegan y obtienen lo que aquellos. La gente sigue siendo tan títere de lo popular como en aquellos años, y lo que en aquellos momentos causaba angustia era el que iba a ser eliminado de algún concurso de baile local. Ahora, en cambio, la angustia la causan los nominados por un programa en donde no se baila, se canta. Y el mundo da otra vuelta y la tristeza se hace más grande, mientras el odio del humano, contra sí mismo se acentúa o al menos así parece, gracias a los bordes afilados.

El hambre de conocimiento sigue, ahora con mayor acuciosidad, porque también la consciencia del tiempo se hace más obvia.

Y las cosas cambian, solo y solo, son la misma cosa según la que dicta las leyes de la buena escritura, con que "solo voy al cine" no es ahora más que una frase que puede ser un simple "apenas" sino también un doloroso "hasta cuándo" Y lo peor, ahora ya no importa o al menos importa cada vez menos, que con la llegada de unas redes que insisten en llamarse sociales, la ignorancia se ha vuelto un maldito "trending topic"

Estoy, como no puede ser de otra forma, más viejo, más ignorante, menos tolerante y, tal vez, un poco menos derrotado.

Y como no puede ser de una forma distinta, igualmente, no puedo más que decir, a esto y a todo… CONTINUARÁ

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