Catarsis, maldiciones

- Aló

- Hola hijo,... - su voz suena quebradiza, como la luz de un amanecer lluvioso - le llamo porque me siento... muy mal

- ¿Y eso?

- Le acabo de hablar a su hermano para desearle feliz cumpleaños y para preguntarle por qué no me había contestado el correo que le mandé, me dijo que porque andaba en la iglesia, y cuando le pregunté si la iglesia era más importante que su padre, ¿sabe qué me constestó?: "Pues fíjese que quizás sí" - ahora su voz ya no se quiebra, ahora el llanto hace su aparición.

- No padre, tranquilo, no se deje llevar por lo que él le dijo, usted sabe que a veces uno dice cosas que no quiere decir, además, aquél siempre ha sido más contestatario que yo. Además, padre, ha pasado tanto tiempo,... ¿no le parece que no era la forma más adecuada de aproximarse a él?, es decir, ¿cuestionando las cosas en la que él cree?

- Pues sí, pero me dijo que yo no era tan importante

- Sí padre, pero a veces uno dice tonterías que no quiere decir, sobre todo cuando uno se siente atacado, tranquilícese, ya va a ver que las cosas no son así

-... bueno, en todo caso, ya le conté, nos vemos, hijo.

- Cuídese padre y tranquilo, no quiso decir lo que dijo.

* * *

Y luego veo por la ventana del edificio y mi mayor temor es que él sí haya querido decir lo que dijo.

Malditas sean las religiones que dividen, que marginan y que pretenden ser la única verdad sobre la tierra, malditas sean las relgiones que pretenden que si no se está con ellas, se está en contra de ellas, malditas sean las cosas, cualesquiera que sean, que hagan que un padre tan cariñoso y abnegado, sufra por la creencia en un dios que cada vez más, me convenzo que no es el mismo en el que creo.