miércoles, 11 de agosto de 2021

El fútbol, la pandemia y los votos

El fútbol, la pandemia y los votos


No me gusta el fútbol. Comencemos por ahí. ¿Creo por ello que a quienes les gusta el fútbol son menos inteligentes? DEFINITIVAMENTE NO. ¿Creo que por no gustarme soy yo más inteligente? DEFINITIVAMENTE NO.


Hechas las aclaraciones anteriores, le entramos al merengue.


Hace poco, en una de esas conversaciones con mis hijos en la que me cuentan cosas que saben muy bien que no son de relevancia para mi, pero que me las cuentan para escuchar mis comentarios sardónicos, me contó que un jugador famoso (Leo Messi, que por cierto tiene un parecido un tanto perturbador con el


cantante Ricardo Montaner) se retira del equipo en el que había jugado por varios años (el Fútbol Club Barcelona) Aquello hubiese sido suficiente, a la par de mi comentario de «juela, hay que encenderle una veladora a san Caralampio, patrono de los futbolistas» (no me crea ni poquito, no conozco casi nada de santos ni nada por el estilo), la risa de mis hijos y ya. Es una forma de divertirnos entre ellos y yo. Nada más. Sin embargo, pasan los días y la cosa no se detuvo ahí, por todos lados se han desatado comentarios acerca de las razones de la partida del bendito Messi y su destino y tal y tal. En muchos lugares (redes sociales y grupos de Whatsapp) echan en cara la avaricia del jugador, la falta de «amor por la camiseta» y otras cosas muy similares.


Estos comentarios me hacen reflexionar un poquito y me hacen preguntarme si todos estos que comentan en contra de la «falta de amor a la camiseta/equipo», son los mismos que publican esos memes de «Las empresas te obligan a ponerte la camiseta, pero eso es explotación» OJO, yo estoy de acuerdo con que eso de la camiseta de la empresa es explotación. Lo que me parece de tinte hipócrita es la raíz de los comentarios. Si bien es cierto, este jugador no es que sea un pobrecito asalariado que tiene que levantarse todos los días a las cinco de la mañana para ir a morir lentamente en una oficina, lo cierto es que es un trabajador. Vive del y gracias al deporte, tanto como viven los contadores de ver cuentas obscenas de miles o de millones todos los días, aunque ellos tengan que hacer magia negra para llegar al fin de mes, o como viven los agentes de call center de soportar «megaputeadas» (insultos a gran escala, pues, por si usted no tiene el mismo argot) de parte de gringos (la mayoría de las veces) que creen que la empresa le pertenece al agente y se desquitan con ellos. En fin, le decía, si bien no es de esos asalariados explotados y cachimbeados (mal tratados, para los no salvadoreños), es, al final, un trabajador que o bien se va por más plata o bien se va porque se va poniendo obsoleto.


Así pues, la preocupación por la partida de Messi es inversamente proporcional al problema económico por el que estamos pasando y eso me pone a reflexionar mucho más que el párrafo anterior.


¿Leyó el primer párrafo? Pues eso, no hablo de los que gustan del deporte de una forma racional. Hablo de la fanaticada que se molesta mucho más por la supuesta avaricia del señor Messi que por la reverenda violada que estamos llevando en nuestras economías, ya no hablemos de la economía global, ni siquiera regional, hablemos de la economía local, esa que nos corresponde a nosotros como habitantes de país (cualquier país que sea)


Todas las medidas económicas adoptadas por nuestro gobierno (ahora hablo del salvadoreño en exclusividad) han sido puntuales para los ciudadanos y un tanto generales para los que están en el poder. Es decir, $300 dólares para algunos ciudadanos, víveres cada cierto tiempo (no hay un tiempo determinado para repartir dichos víveres y de ahí el uso de la palabra «cierto») y poco más, al menos como paliativo para los problemas de índole económica. Muchos han dicho que ningún otro gobierno lo había hecho, pero lo cierto es que ningún otro gobierno estuvo en una pandemia de estas dimensiones en el pasado, con que parámetros de comparación, la verdad es que no existen. Sin embargo, para los que están en el gobierno, las medidas son generales, tanto como para prevenir, por ejemplo, que sean interpelados en momentos de crisis en cuanto sus gastos.


¿Es esto una crítica sin sentido contra todas las medidas adoptadas? Pues no. Es más bien un llamado a la reflexión, siendo que, pese a que los víveres se agradecen y los $300 dólares no dudo que fueron aprovechados por aquellos que los recibieron, las medidas de tipo macroeconómico parece que van más enfocadas a no quedar en el desamparo, que como verdaderas medidas para sacarnos de la más que obvia crisis económica en la que nos vamos hundiendo a pasos acelerados. Como muestra podemos hablar de la adopción del Bitcoin para evitar


que las futuras medidas del gobierno gringo nos vayan a poner de rodillas, promoviendo, además, granjas de minado de Bitcoin, que es precisamente uno de los factores que más están contribuyendo al calentamiento global, cosa que, junto con la amenaza nuclear y el menoscabo de la democracia, nos ha puesto a dos minutos de la medianoche en el reloj del Apocalipsis


Con el paso de los meses, el gobierno ha demostrado que su tiempo es invertido mayormente en culpar a los pasados gobiernos que en asirse al presente y buscar soluciones reales a los problemas acuciantes de nuestra realidad, a tal grado que la frase «los mismos de siempre» es más popular que cualquier otra dicha por el presidente o cualquier miembro de su gobierno/partido (que al fin de cuentas no hay diferencia). ¿Implica esto que deberían dejarse pasar los delitos de los gobiernos anteriores? Por supuesto que no. Pero si se implementan medidas como un aumento al salario mínimo, que una vez anunciado... anunciado, no puesto en


marcha, dispara los precios de los productos de la canasta básica sin un control verdadero, la verdad es que no es una medida efectiva. No importa lo que me digan, vamos, voy al mercado y me consta el aumento de los precios de todo. TODO. Desde los cereales a las legumbres, desde los quesos a las carnes. TO-DI-TO. Los aumentos en los precios no son exclusividad de este gobierno, en lo absoluto, no es ese el tema central del asunto, sino más bien la falta de controles sobre los que dominan los precios a los que deben venderse los productos, en especial los de la canasta básica.


La pandemia, pues, ha sido la excusa perfecta para demostrar unas medidas eficaces, que no han dado los resultados esperados. Tres meses de cuarentena no han detenido la evolución de los casos de los contagiados, aunque esto es también diría yo, sobre todo, gracias a la irresponsabilidad inherente a nuestra saldoreñidad. Las instalaciones, acabadas a marchas forzadas y aún pendientes de un hospital, inicialmente enfocado al control de la pandemia, que no han dado resultados en los tiempos necesarios. Además de toda la retahíla de cuentas pendientes de ser rendidas en cuanto a los gastos efectuados sin control y sin transparencia. Así pués, este párrafo está plagado de contradicciones, igual que las medidas adoptadas para paliar la situación que se está saliendo mucho más de control cada día.


Es esto culpa del gobierno... pues NO. Es culpa de los que pusieron al gobierno en donde se encuentra. La frase dice «Cada pueblo tiene el gobierno que se merece» Y vea usted, aquello de que la pandemia nos iba a fortalecer como seres humanos y nos íbamos a dar cuenta de lo importante que es el contacto, la humanidad de cada uno, el compartir y un largo etcétera, han resultado palabras vacías. Así pues, la culpa, mal que nos pese, es nuestra, por creer, por dejarnos dar paja (ser engañados, en caso de que no sea usted salvadoreño), por seguir promoviendo


falsos profetas en donde no los hay... si es que los ha habido alguna vez, por no darnos cuenta de la obviedad del dictador en ciernes que era, desde su paso por las alcaldías, del muchacho que ejerce como presidente, siendo que las señales históricas han estado ahí desde un principio y no supimos advertirlas.


Decía Mark Twain “la historia no se repite, pero a veces rima” Todos tendríamos que haber advertido las coplas iniciales y los alejandrinos posteriores de como rimaba esta historia con otras tantas anteriores, propias y ajenas, pero somos fáciles de convencer. Somo muy fáciles de ser «dormidos» por cantos de sirena, por noticias que nos resultan más importantes, como la ida de un jugador de un equipo a otro y de esa forma, dar nuestros votos para implementar un régimen como el que nos gobierna, mientras reclamamos la falta de «amor a la camiseta», en lugar de un gabinete que cumpla con lo que se suponía que se iba a hacer, en lugar de seguir sacando los trapos ajenos al sol y esconder los propios en los rincones más oscuros. Claro que es necesario que se juzgue a los personajes de gobiernos anteriores, tanto como es necesario juzgar a los del gobierno de turno, que si no, la rima, se convierte en estribillo.

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