martes, 3 de septiembre de 2013

H-U-M-A-N-I-D-A-D

"Respetá, llevás gente, no animales", le grita una familia entera, mudándose de casa a bordo de un pick up con flamantes placas nacionales, al motorista del microbús pirata en el que me dirijo a mi casa, quien va mensajeándose con alguien a través de su teléfono celular, táctil, con sistema operativo Android, lleno de belleza y el típico efecto "mírame, tengo a este bebé" que todos persiguen.

Pasamos rápidos a la gasolinera, en donde un cliente medio borracho sale de la "tienda de conveniencia" (tal vez con ese nombre porque todo es convenientemente caro), gritándole a su hijo que deje de travesear las cosas que se muestran en la tienda, claro está, mientras él sostiene una hermosa cerveza, importada (nada como ponerse borracho con sabor internacional), en la mano derecha.

Ha habido un accidente en la carretera, cosa que para la gran mayoría de los que transitamos por ella es algo normal, que ya no despierta ni el más mínimo sentido de empatía hacia las personas que han sufrido el tal accidente y nos lamentamos del retraso que los cuerpos de socorro le ocasionan al fabuloso motorista "texteador" que nos lleva raudo y "SMSísticamente" exacto a nuestros destinos.

Llegando a la colonia, los pandilleros han hecho un nuevo grafitti, orondo y colorido en donde aseguran que controlan y le desean eterno descanso a uno de sus compañeros muertos, mientras la iglesia más cercana berrea una canción que asegura que existe un mundo mejor después de este, recordándonos que lo que suframos aquí nos será recompensado en "la otra vida": Sufra ahora y pague después, es la consigna.

Y yo, me siento extrañamente feliz, no necesariamente por ser alguien que no tiene dinero si no algo mucho más importante (y que conste que lo tengo), si no por tener la plena seguridad de que la humanidad se va extinguiendo, aunque me preocupa pensar cuánto más va a tardar... al pobre planeta le urge una nueva especie dominante.

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