martes, 13 de noviembre de 2007

El Hombre en el Espejo

Sobre la mesita de noche tenía El Jinete Polaco, y soñaba constantemente con tener un amor que lo esperaba sin importar el tiempo o la distancia. Soñaba sin parar, envuelto en una sábana desordenada que le recordaba con tedio que estaba solo.

Observó con desgana el espejo colgado de la pared de la sala y decidió que era hora de levantarse, aunque fuese sólo para recordar que estaba... por estar.

Abrió la llave de la regadera y sintió como los hilos de agua recorrían su cuerpo y deseó, como siempre, que aquellos hilos fuesen las manos de ella recorriendo con suavidad y lentitud cada centímetro, cada trozo de su carne, aquella carne que deseaba ser tocada con desesperación... por ella.

Al salir del cuarto de baño miró el reloj y decidió que aún le quedaba tiempo de sentarse y tomar una breve taza de café mientras recordaba aquel día hacía un poco más de una semana, cuando ella le había preguntado la hora y él no supo contestarle sino con monosílabos. Sintió de nuevo la punzada del ridículo atizando su alma, y se dijo a sí mismo que estaba condenado a verla de lejos, siempre de lejos, pues su cercanía le producía un temblor de cuerpo que no lograba dominar y el tenía de si mismo un concepto más alto, más ecléctico, más elegante de lo que ella le hacía sentir y demostrar.

Llevó la taza con el café a sus labios y observó con dificultad, siempre le gustó ver a través del humo de la taza del café, siempre supuso que le permitía ver el mundo que se ocultaba detrás del piélago de la realidad. Con temor miró el retrato colgado de la pared y ni siquiera el humo del café pudo darle la redención que buscaba, ella estaba ahí, colgada de la pared, recordándole que esa sería la única forma de tenerla cerca, que esa sería la única forma en la que ella podría permanecer o siquiera entrar en su casa.

Tomó al azar uno de los papeles sobre la mesa y lo leyó con desgano, el discurso era uno más de los muchos que había escrito ese año, y no era algo de lo que se sintiera particularmente orgulloso: otro discurso para un político carente de ideas propias que le pedía ayuda a aquel “que sí sabía”

“La corrupción no es otra cosa que aquello que permitimos que pase con nuestra falta de constancia sobre los asuntos nacionales y los actores de éstos. Aquí y ahora, puedo garantizarles, que voy a ser un fiscalizador incansable de los personajes, un eterno ojo sobre cada uno de los asuntos que nos afectan como nación, como un pueblo unido y que camina con miras a un horizonte halagüeño, que no será posible si continuamos permitiendo que las riñas y los prejuicios nos dominen...”

Esbozó una mueca que pretendía ser una sonrisa y optó por poner el papel a un lado. No valía la pena, era sólo un discurso más, era sólo un dinero extra que no le caía nada mal, era sólo política, palabras sin sentido.

Volvió a mirar al espejo desde la mesa, y vio el reflejo del techo con una arañita que colgaba del cielo falso, seguramente contruyendo una trampa para insectos que a la vez sería su vivienda.

Bebió el último sorbo de café y tomó la escoba que estaba apoyada sobre la cocina, la alzó sobre sí y deshizo la telaraña con tanta rapidez que la pobre arañita quedó inmóvil un rato, como tratando de comprender lo que había ocurrido.

Casi por impulso encendió el radio y comenzó escuchando el final de una de las tan habituales propagandas políticas del momento, recordando a todo el mundo el error que sería votar por aquellos que siempre quisieron la ruina del país por tales y tales razones, instintivamente volvió su mirada hacia los papeles de la mesa y por un brevísimo instante, sintió asco, pero sólo fue un brevísimo instante. Dejó el radio encendido y tomó la taza que había dejado en la mesa para ponerla en el lavaplatos observando la pila que le esperaba para la noche, dejó salir un suspiro lleno de resignación miró de soslayo el espejo, que esta vez estaba a la altura de su cara. Vio reflejado por un breve instante la luz del sol en el automóvil del vecino que en ese momento salía de su casa, peleando con su mujer, como siempre. De nuevo su expresión se tornó sombría, jamás podría estar a su lado, ni siquiera para tener esas peleas cotidianas que dicta la rutina de un amor acostumbrado... ella, ella, ella.

Echó una mirada al reloj de nuevo, y decidió que, en definitiva, se había levantado demasiado temprano. Se dirigió a su habitación a tomar el libro de la mesita de noche, y como siempre, leyó el párrafo que siempre le hacía soñar:

“...no permitas que ahora la pierda, que me envenene el miedo o la costumbre de la decepción, guárdala para mí igual que guardaste a sus mayores para que la trajeran al mundo y sembreaste el coraje una noche de julio en el corazón atribulado de su padre y lo enviaste al destierro con el único propósito de que ella naciera para mí veinte años después, y si a pesar de todo me la vas a quitar, no permitas la lenta degradación ni la mentira, fulmíname en el primer segundo del primer minuto de rencor o de tedio, que me quede sin ella y sufra como un perro pero que no me degrade confortablemente a su lado, que no haya tregua ni consuelo ni vida futura para ninguno de los dos, que las manos se nos vuelvan ortigas y tengamos que mirarnos el uno al otro como dos figuras de cera con ojos de cristal, pero si es posible, concédenos el privilegio de no saciarnos jamás, alúmbranos y ciéganos, dicta para nosotros un porvenir del que por primera vez en nuestras vidas ya no queramos desertar.”

Cerró el libro, tomó sus llaves y se dirigió a la puerta, por última vez echó una mirada al espejo para ver el reflejo del cuarto de baño abierto y se alejó pensando, soñando una vez más, pensando en que el discurso que entregaría no tenía la más mínima importancia, si no fuese porque ella iba a estar orgullosa cuando se enterara de que las palabras que salían de aquel candidato de su preferencia eran, en realidad, las palabras que él, ÉL, había querido poner en su boca. Al fin y al cabo,... no era más que un político.

CONTINUARÁ
Alberto Enrique Chávez Guatemala

3 comentarios:

Unknown dijo...

... ojala no se suicide... por el camino que va se corta las venas con cualquier objeto filoso que encuentre.

jeje..


Me gustan mucho tus historias.

Nasty Heroes dijo...

@Beka: Tal vez se corte las venas con una rasuradora eléctrica jaja. Gracias por el piropo y que bueno que me perdonaste lo del Animé.

Saludos Beka

Nasty Heroes dijo...

@Virginia: El Jinete Polaco... es uno de los libros que siempre vuelven a mí como los recuerdos y la nostalgia... Bueno, buenísimo y ahora, además, me recuerda el intercambio de "buenos libros" que tuvimos aquel día. Ves, "como los recuerdos y la nostalgia".

Saludos niña, que bueno verte por aquí