Iandro miraba con tristeza a todos los paralizados. Éstos estaban
aterrados, aunque sus expresiones faciales no denotaban nada,
absolutamente nada.
- Lo siento - dijo por fin - no era mi intención, pero es que no me han dejado otra opción.
Caminó en círculos, viendo a cada uno de aquellos paralizados. Dio dos vueltas completas y luego se detuvo frente a ellos.
- De acuerdo - les dijo a todos, mientras los miraba, su mirada era
casi de sufrimiento. - En todo caso, tal vez esto sea mejor. Así me dan
la oportunidad de contarles lo que les quería contar y estoy seguro de
que no voy a ser interrumpido.
»Mis primeros recuerdos vienen de mi infancia, que ya les he dicho,
suenan demasiado irreales. Tengo en mente una madre siempre sonriente,
siempre feliz, siempre con voz dulce y comprensiva, ayudándome en mis
primeros aprendizajes de este mundo. Un padre que siempre era un modelo a
seguir, un correcto trabajador, siempre puntual, siempre con un consejo
a tiempo, siempre anteponiendo las reuniones de escuela al trabajo,
siempre jugando con su hijo pequeño.
»Cuando paso a mi adolescencia, no recuerdo los problemas típicos de los
adolescentes, sino una mesa siempre llena de comida en la que mis
padres platicaban amenamente, mientras yo los escuchaba atento, ávido de
ser un adulto como ellos.
»Como verán, todo es demasiado perfecto. Un hogar en el que no había
pleitos, un hogar en el que la discordia jamás estuvo presente, en que
los consejos siempre fueron los que necesitaba, las sonrisas las que me
hacían sentir lleno, completo… Esa no puede ser una vida normal, en una
familia normal. Nada es tan inmaculado, tan sobrio, ni… tan feliz. No
tiene lo que se puede llamar "naturaleza" familiar.
»Pero eso no es, en este momento, lo más importante. Lo que me obliga a
mantenerlos en ese estado, es precisamente la seguridad de que ustedes y
yo… TODOS ustedes y yo - dijo mientras hacía un gesto para abarcar
todos los lugares que la vista alcanzaba - somos distintos. Tal y como
les expliqué, cuando caí en la casa de mi amigo Leopoldo, me hice una
herida, que si bien no era grave, sirvió para que, Leopoldo el primero,
me hiciera notar una diferencia clarísima, misma que yo nunca había
visto pues jamás me había puesto a comparar una herida mía con una
herida de nadie más. Todo gracias a un objeto que yo creía vetado de
nuestra sociedad… bueno, un objeto que ESTÁ vetado de nuestra sociedad,
pero que Leopoldo, alguien de extrema sensatez, ha guardado durante
años, pues lo heredó de su madre, quien lo heredó de su madre y esta de
su madre, hasta llegar a una sociedad anterior a la muralla. El objeto
en cuestión, es un libro. Sí, un libro además, bastante peculiar - en
aquel momento, Iandro se acercó a Leopoldo, le susurró algo y todos los
levitadores parecieron recuperar la movilidad, misma que habían perdido
al gritar Iandro la palabra "hacking". Leopoldo, sacó algo que llevaba a
la espalda y se lo entregó a Iandro. - He aquí - dijo Iandro - este es
el libro. Véanlo - y se los mostró a todos los inmovilizados - Ahora
bien, permítanme leerles el título: "Atlas de Anatomía Humana"
»Saben que lo que Leopoldo vio, fue lo primero hacia lo que llamó mi
atención. - Se puso a buscar en las páginas del libro - Vean esto - dijo
- ¿se dan cuenta de esto? Sí, se llama sangre, el líquido que fluye a
través de las… - buscó la definición en el libro - venas, eso es. Ahora
bien, ¿alguien alguna vez ha visto la sangre? La pregunta es retórica,
claro está, conozco la respuesta.
Diciendo esto, se quitó el vendaje que Leopoldo le había colocado un par de días atrás.
- Esto, señores, esto es precisamente eso: SANGRE. Con lo que la
conclusión obvia, es que SOY un ser humano. Y hasta donde he podido ver,
soy el único ser humano, tanto del lado sur como del lado norte. Como
lo he dicho ya, hay aún muchas lagunas, demasiados espacios vacíos en mi
cabeza como para aventurar una razón real para mi presencia en este
lugar, cómo llegué aquí. Sin embargo, algo claro hay, y es que ninguno
de ustedes es humano, que de lo contrario, esta palabra recién
pronunciada no tendría efecto alguno, siendo que a mí no me afecta en lo
absoluto.
»Ahora bien, vamos a ustedes. Existe un lado norte y un lado sur, con
marcadísimas diferencias en cuanto a estrato social, cultural y
económico. Estas marcadas diferencias son el resultado de una
programación detallada, una serie de algoritmos que fueron elaborados
precisamente para darles las castas o clases sociales que durante mucho
tiempo fueron el canon en las sociedades humanas. Siguen las reglas de
convivencia puestas en cada uno de sus dispositivos de almacenamiento
como un archivo de las antiguas reglas humanas y permitiendo que su
inteligencia artificial, desarrollada como estaba en esos momentos,
hiciese el resto, es decir, que ustedes mismos se dividiesen, cada uno
con el papel que le fue asignado desde su creación.
»La cuestión resulta fácil de comprender una vez que se liberan un poco
las vendas que uno pueda tener delante de los ojos. Nadie del lado sur
va al lado norte y nadie del lado norte viene al lado sur. La muralla no
es ni lejanamente una excusa. Es traspasable una vez se encuentra el
lugar adecuado para hacerlo, sin embargo nadie piensa siquiera en cruzar
al otro lado. El miedo no tiene nada que ver, al menos no el miedo
real, sino solamente las barreras puestas por los programadores
originales. ¿Cómo es que ustedes cruzaron? Fácil, dejé un rastro por
demás fácil de seguir, pero más aún, su programación les ordenó
seguirme, porque sabían perfectamente que yo no soy alguien común en
ningún aspecto. Así pues, alguna función esperando a ser liberada en el
momento adecuado, fue puesta en marcha en el momento en que ustedes se
dieron cuenta de que estaban en presencia de algo que no concordaba con
los estándares.
»El siguiente punto interesante es generaciones. ¿Cuándo fue la última
vez que alguno de ustedes vio a un niño? No existen en nuestra sociedad,
como tampoco existen de este lado, al menos no he visto ninguno. Todos
los recuerdos que ustedes poseen no son más que archivos guardados en
sus dispositivos de almacenamiento que pretenden recordar la infancia
que ustedes no tuvieron.
»Algo más: alimentación. ¿Recuerda usted, señor Isaac, cuando me
conoció? Trabajaba en una "cafetería". Nunca me gustó la comida de aquel
lugar, nunca pude comer nada que no fuese lo que yo mismo me cocinaba.
¿Saben ustedes en dónde conseguía la única comida que yo podía consumir?
En el patio de mi casa, en donde tenía mi huerto particular. Siempre me
consideré una especie de sibarita, alguien que no podía comer algo
"común" y me dediqué a cultivar lo que me gustaba, que por cierto, no
son más que hierbajos silvestres para todos ustedes. Tan poca
importancia tienen, que el pueblo común, no conoce sus nombres, así que,
obviamente, yo desconozco sus nombres también y no hago más que
llamarlos por lo que creo que me recuerdan: algunos son los rojos
gordos, los que parecen árboles, las hierbas que saben bien, las raíces
naranja… Nada de lo cual, por cierto, he visto que ustedes consuman.
»Sin embargo, y como es de suponer, esto no hace más que incrementar mis
dudas, porque para mí, ahora que he recordado gran parte de mis
conocimientos reales, sería fácil borrar sus recuerdos e implantar una
serie de recuerdos nuevos. Pero yo soy humano, así que mi raza debió
haber desarrollado alguna forma, algún tipo de tecnología que logra
borrar los recuerdos de un cerebro humano y no uno de inteligencia
artificial.
»Así que, aunque confieso que muchos de mis recuerdos han regresado y
estoy totalmente seguro de que podría convertirme en su rey, su
gobernante, su dictador o lo que yo quisiese, lo cierto es que mi
curiosidad es muchísimo más grande que mi ambición, si es que tal cosa
existe en mí. Por lo que el paso lógico y necesario para mí, es
simplemente buscar mis verdaderos orígenes. Luego, ya veré.
»Por lo que, me voy. - y diciendo esto, se acercó al grupo de
paralizados y dijo - "Reset"
En aquel momento, aquellas muestras casi perfectas de la inteligencia
artificial, comenzaron a deshacerse de todos los recuerdos posibles que
hubiesen acunado durante todo el tiempo que llevasen con vida y
comenzaron a construir nuevas funciones, nuevas habilidades para poder
sobrevivir a la selva que representaba el lado sur, lugar en el que, a
partir de aquel momento, aquellos robots inteligentes, convertirían en
su hogar, sin recordar que alguna vez habían vivido en el lado norte,
llenos de una falsa seguridad y una falsa vida humana.
Cuando Isaac recuperó el uso de sus facultades, no recordaba nada, pero
siendo el ser artifical que era, supo inmediatamente que debía adaptarse
al lugar, sin ver con extrañeza alguna a los seres en levitación que
parecían mostrarle el camino a seguir. Lo último que vio Isaac, antes de
comenzar de nuevo su existencia, fue la silueta de un chico que
caminaba en dirección totalmente opuesta a la muralla, dispuesto a ir
más allá del lado norte, para encontrar sus orígenes y sus verdades.
Iandro, sencillamente, se fue.
FIN
Este es el final de mi novelita online, espero que les haya gustado, en un futuro he de colgarla completa. Si le ha gustado, comente y comparta. Gracias por su amable atención.
Alberto Enrique Chávez Guatemala