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HACKING
Alberto Chavez
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12 CAPÍTULO XII
Leopoldo sostenía su libro en una mano, y un cuchillo enorme en la otra.
Estaba totalmente dispuesto a matar a Iandro y estaba convencido de la
inveitabilidad de todo aquello. Jamás creyó que todo el conocimiento
repetido y memorizado durante tantos años le iba a revelar una cruda
realidad: aquel libro no era ficción, como hubiese creído alguna vez,
aquel libro era un libro sobre la realidad… sobre la vida, sobre Iandro.
Iandro lo miraba aterrado, asombrado, sin comprender la totalidad de todo aquello. El día anterior había comenzado de la forma más normal imaginable y había terminado de la forma más inesperada. Él que nunca pensó, ni lejanamente, en conocer la zona sur, en esconderse de las autoridades, con quienes jamás había tenido un problema, él que no hacía más que intentar descubrir los secretos de un tipo de tecnología… ¿o era una ciencia?, que había estado cubierta por un velo desde hacía décadas, él que solo quería descubrir la posibilidad de dar vida a lo inanimado, él que no pretendía riquezas ni fama, solamente la posibilidad de saber, de conocer, de presenciar.
Leopoldo bajó el cuchillo por un momento, él también parecía estar comenzando a comprender lo que sucedía.
Levantó la mirada, observó con extrañeza a Leopoldo, como dándose cuenta de una verdad que simplemente no había querido aceptar nunca.
Iandro lo miraba aterrado, asombrado, sin comprender la totalidad de todo aquello. El día anterior había comenzado de la forma más normal imaginable y había terminado de la forma más inesperada. Él que nunca pensó, ni lejanamente, en conocer la zona sur, en esconderse de las autoridades, con quienes jamás había tenido un problema, él que no hacía más que intentar descubrir los secretos de un tipo de tecnología… ¿o era una ciencia?, que había estado cubierta por un velo desde hacía décadas, él que solo quería descubrir la posibilidad de dar vida a lo inanimado, él que no pretendía riquezas ni fama, solamente la posibilidad de saber, de conocer, de presenciar.
- Lo siento - dijo Leopoldo - pero esto es algo que hay que hacer.
- Pero…
- Parece que no te das cuenta de la situación - le dijo Leopoldo, alzando el libro.
Leopoldo bajó el cuchillo por un momento, él también parecía estar comenzando a comprender lo que sucedía.
- ¿Todavía no te has dado cuenta? - preguntó Leopoldo.
- No tengo idea de lo que estás hablando, pero sí que tengo una pregunta: ¿Me vas a matar? - dijo Iandro con un nudo en la garganta.
- Te pido una lectura conscienzuda de esto - dijo de nuevo Leopoldo, alzando la página del libro.
- ¿De dónde has sacado algo tan anticuado que ya ni siquiera figura en los archivos digitales?
- Eso no importa - le dijo, aunque su voz no sonaba presa del hastío en lo absoluto - por favor, las dos páginas.
- Pero es que… no lo entiendo… no puede ser.
Levantó la mirada, observó con extrañeza a Leopoldo, como dándose cuenta de una verdad que simplemente no había querido aceptar nunca.
- ¿Me vas a matar?
- Tal vez - dijo por fin - tal vez sea necesario que te mate, pero primero, me vas a decir cómo es que viniste a este mundo.
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