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HACKING
Alberto Chavez
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9 CAPÍTULO IX
Era aún temprano cuando Leopoldo decidió tomar el desayuno, cosa que no
hacía muy seguido, ya que pasaba ocupado gran parte de la mañana con la
clientela, que solía ser prolija por las mañanas. Sacó su plato, se
dirigió a la cocina y volvió a tener la sensación de que algo no andaba
del todo bien, como le pasaba cada mañana al tomar el desayuno. Como
siempre, logró sobreponerse, tomó su desayuno y sacó el libro que
guardaba con recelo. Ojeó las páginas con delicadeza, observando cada
uno de los dibujos. No entendía lo que estaba escrito, pero le gustaba
mucho pasar las páginas y ver cada una de aquellas ilustraciones… le
daba paz, lo hacía sentirse "integrado"
Estaba listo para volver a la tienda, cuando lo sobresaltó un ruido sobre el techo de la casa. Era bastante claro que alguien, una persona, estaba sobre su techo. Si bien aquello no era de extrañarse, los maleantes solían caminar sobre su techo con mucha frecuencia, el que lo hiciesen tan temprano en la mañana le pareció, cuando menos, extraño. Como sea que no era, ni lejos, una práctica extraña, decidió quedarse en el lugar y esperar a escuchar algún grupo de policías tras el maleante o bien ver el cuerpo cayendo en carrera y perderse en alguno de los callejones del lugar. Cualquier maleante que se preciara de serlo, sabía que no era conveniente llegar dentro de las casas, pues era un lugar en donde eran fácilmente arrinconado y atrapados… o peor.
Pero aquel, al parecer, era un principiante, pues acababa de dejarse caer en el patio trasero (un espacio de apenas dos metros cuadrados detrás de la casa), sin la mayor consideración a su seguridad.
Pues bien, algo había que hacer, y tomó su arma, con la mejor disposición de darle un buen susto, o en el peor de los casos, dejarlo malherido, tendido en el piso y esperar a que llegasen a detenerlo, si es que alguna autoridad llegaba. Con su arma en la mano, llegó al patio y vio que quien huía llevaba ropa cara, ropa que solo se podía encontrar en el lado norte, ropa que un maleante común y corriente no habría sido capaz de conseguir. Pensándolo mejor, se dijo que ni siquiera un buen ladrón hubiese sido capaz de robar ropa en el lado norte, ni siquiera de LLEGAR al lado norte. Sin pensar muy bien lo que tenía que hacer, salió al patio, lo miró y decidió que hablarle, era la cosa más sensata de hacer.
Estaba listo para volver a la tienda, cuando lo sobresaltó un ruido sobre el techo de la casa. Era bastante claro que alguien, una persona, estaba sobre su techo. Si bien aquello no era de extrañarse, los maleantes solían caminar sobre su techo con mucha frecuencia, el que lo hiciesen tan temprano en la mañana le pareció, cuando menos, extraño. Como sea que no era, ni lejos, una práctica extraña, decidió quedarse en el lugar y esperar a escuchar algún grupo de policías tras el maleante o bien ver el cuerpo cayendo en carrera y perderse en alguno de los callejones del lugar. Cualquier maleante que se preciara de serlo, sabía que no era conveniente llegar dentro de las casas, pues era un lugar en donde eran fácilmente arrinconado y atrapados… o peor.
Pero aquel, al parecer, era un principiante, pues acababa de dejarse caer en el patio trasero (un espacio de apenas dos metros cuadrados detrás de la casa), sin la mayor consideración a su seguridad.
Pues bien, algo había que hacer, y tomó su arma, con la mejor disposición de darle un buen susto, o en el peor de los casos, dejarlo malherido, tendido en el piso y esperar a que llegasen a detenerlo, si es que alguna autoridad llegaba. Con su arma en la mano, llegó al patio y vio que quien huía llevaba ropa cara, ropa que solo se podía encontrar en el lado norte, ropa que un maleante común y corriente no habría sido capaz de conseguir. Pensándolo mejor, se dijo que ni siquiera un buen ladrón hubiese sido capaz de robar ropa en el lado norte, ni siquiera de LLEGAR al lado norte. Sin pensar muy bien lo que tenía que hacer, salió al patio, lo miró y decidió que hablarle, era la cosa más sensata de hacer.
- Hola
- ¿PERO QUÉ DEMONIOS?
- Tranquilo, me llamo Leopoldo, ¿puedo preguntarte qué estás haciendo aquí?, digo, es bastante claro que tu casa o tu trabajo no están en el lado sur.
- ¿Esta es tu casa?
- Pues sí.
- Perdón, pero es que estoy huyendo, me persiguen desde la zona norte.
- Eso es bastante claro, pero ¿no es que en lado norte no existe la criminalidad?
- Pero es que no he hecho nada criminal, eso es lo que me extraña en cantidad - dijo Iandro, con un hilo de voz.
- Del lado norte, ¿cierto?
- Correcto - contestó Iandro.
- ¿Y quién te busca?
- Unos de la compañía de robótica.
- ¿Robótica Inteligente? - preguntó Leopoldo con algo de sorpresa.
- Efectivamente
- ¿Alguna idea del por qué?
- Pues no, me estaban haciendo una entrevista para ascenderme y de repente el jefe empezó a gritar SEGURIDAD, SEGURIDAD.
- Y no me extraña, pero mi pregunta es ¿no sabés por qué llamaba a seguridad tu jefe?
- Pues no… a ver, pues que logré descubrir que unos presuntos expertos no habían hecho progreso alguno y yo logré completar un par de tareas de inteligencia artificial, pero nada más.
- ¿Inteligencia artificial?, ¿qué es eso?
- La capacidad de hacer que las máquinas piensen, al menos de forma básica, como los humanos.
- Eso sí que es interesante,… pero lo más importante: esa es la razón por la que te están persiguiendo.
- ¿Por haber hackeado las cuentas de los científicos de proyecto?
- No y la verdad es que no estoy seguro de… creo que hay algo que tengo que mostrarte - le dijo Leopoldo con cierto temor en los ojos.
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