miércoles, 3 de febrero de 2016

Hacking. Capítulo 13

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HACKING

Alberto Chavez
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13 CAPÍTULO XIII

No sin mucho esfuerzo, lograron el agente Shapper, Isaac y dos oficiales más, subir a lo alto de la muralla. Lograron encontrar las desgastadas escaleras que los constructores, del lado norte todos, había utilizado para bajar hacía muchísimos años, e intentando hacer equilibrio, siendo que nadie daba mantenimiento a dicha escaleras y se encontraban en total abandono, lograron llegar a la parte más alta de la muralla. Aquella vista era realmente desoladora. Era la primera vez que cualquiera de aquellos personajes veía las dos realidades, estando básicamente en el centro de la álgida lucha entre su realidad y la crudísima realidad de los otros. De su lado, apartamentos, desde los "menos afortunados", viviendo en edificios de varias plantas, dotados todos ellos de elevadores electromagnéticos, salones antigravedad para los días de mayor estrés, masajeadores robóticos que lograban despejar cualquier tensión muscular por el diario trabajar, estacionamiento para todos y cada uno de los vehículos que poseyera la familia y apartamentos de, al menos, tres habitaciones, con sus áreas para comer, divertirse y cocinar, para todos aquellos aventureros que aún estuviesen en la disposición de cocinar ellos mismos sus propios alimentos y no comprarlos empacados o enlatados, deshidratados y listos para ser ingeridos. Del otro lado, incluso desde aquella altura, podían verse las calles, insalubres y llenas de baches, en donde podían verse corriendo sin mayor temor roedores de gran tamaño, hurgando en la basura que, sin miramientos, era arrojada a la calle por aquellos ciudadanos que, no conociendo otro tipo de educación, tenían aquello como una práctica totalmente normal; las casas, algunas de ellas sostenidas por enormes trozos de madera y los techos con enormes piedras para evitar que los fuertes vientos de algunas épocas del año dieran al trasto con todos ellos. Casa pequeñas, hacinadas y descuidadas, que no hacían más que escupir en la cara de aquellos testigos asombrados, que se deban cuenta de que todo, absolutamente todo lo que ellos gozaban, era exactamente lo que a todos los habitantes del lado sur, les había sido arrebatado.
  • Vaya - exclamó finalmente Isaac, no pudiendo contener su asombro.
  • ¿Se le hace un nudo en la garganta o simplemente está dando gracias por no estar de ese lado? - preguntó el agente Shapper con tono burlón.
  • ¿Y usted? - preguntó a su vez Isaac.
  • Doy gracias, por supuesto. Ya le dije que soy práctico y muy cínico. Pero es bastante impresionante la diferencia, ¿no le parece?
  • Tal vez demasiada - susurró casi solo para sí Isaac.
  • Vaya, digo yo. ¿Un poderoso con un deje de consciencia? Eso es algo que no se ve todos los días.
  • Cuidado, Shapper, este poderoso podría hacer que le quiten el trabajo si sique con sus comentarios.
  • Jaja, adelante caballero, estoy lo suficientemente viejo como para no dejarme intimidar con un trabajo… o para el caso, con lo que sea.
  • No me parece usted tan viejo, Shapper, ¿cuántos años tiene?
  • Más de los que quisiera, señor. Ahora bien, ¿vamos a bajar o nos vamos a quedar aquí a intercambiar edades y amenazas?
Isaac sonrió. Le agradaba la despreocupación inteligente de Shapper, cosa que no siempre le sucedía con todo el mundo. Pero Shapper tenía razón, bajar no sería una tarea sencilla, sobre todo porque, del lado sur, no había escaleras. Era lógico, los del lado norte no deseaban que los del lado sur incursionaran en su territorio y nadie en su sano juicio iría del lado norte hacia el lado sur.
  • Pero Iandro lo consiguió, nosotros debemos poder también - dijo Isaac, diciendo en voz alta lo que solo había pensado en un primer momento.
Luego de algunos minutos de recorrer la muralla, lograron encontrar algunas de las grietas que mantenían a la muralla en funcionamiento y por las que se podía ver la luz azulada del campo de energía que emanaba y lograba que la muralla se mantuviese erguida y funcional.
Con extrema dificultad, con la ayuda de los viejos y desvencijados calzados antigravedad de los agentes, lo que significaba que Isaac tendría que ir abrazado del cuello de Shapper, lograron descender hasta las calles ruinosas del lado sur. Aquello, deprimente y todo, era una buena señal, que si habían logrado llegar, podrían regresar, o eso esperaban, de la misma forma. Durante el tortuoso y lento descenso, Isaac pensaba y recordaba las palabras escuchadas en los últimos días al hacer algunas preguntas: "más del que debería", "demasiado"… Y comprobaba todas las coincidencias, los lugares comunes. Incluso, sus propios lugares comunes.
  • Bien, señor Isaac, mal comenzamos - dijo Shapper, mientras observaba hacia todos lados con recelo.
  • ¿A qué se refiere Shapper?
  • A que no estamos solos - dijo, mientras miraba fijamente un punto en lontananza.
  • Yo no veo nada - dijo Isaac, mientras otro de los agentes le hacía eco.
  • A eso me refiero - contestó Shapper - no los podemos ver, pero los huelo, créanme lo que les digo: no estamos solos.
A Isaac, mucho más que llenarlo de preocupación, aquella frase de Shapper le provocó una sonrisa, tal vez de triunfo, tal vez de asombro, tal vez, aunque fuese un poquito, de preocupación. Aquello no era más que una pieza más del rompecabezas que comenzaba a tomar forma en su cabeza, pero que no alcanzaba a formar del todo. Pero sabía que todo aquello, sin lugar a dudas, era signo de que Iandro era, tal vez muy a su pesar, la perdición de la humanidad.

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