miércoles, 28 de octubre de 2015
Hacking. Capítulo 2
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HACKING
Alberto Chavez
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2 CAPÍTULO II
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Conocí a Iandro mientras disfrutaba de un café en las afueras de la
ciudad industrial. Las afueras hacia el norte son la parte en la que
aún se puede tener cierto grado de tranquilidad, algo de decencia,
como diría mi abuela. Del lado sur están los que no son aptos para
nuestra sociedad. Todo el lumpen que no ha logrado integrarse en
nuestra cada vez más tecnológica forma de vida.
En fin, como decía, degustaba de un buen café hidropónico, leyendo un
ensayo sobre los avances en neurotransmisores, cuando escuché como el
dueño del café llamaba a gritos a alguien, de quien, inicialmente no
logré entender el nombre:
- ¡Iandro, vení para acá!, ¿qué le has hecho al cluster de
servicio?... ¡Iandro!
Desde lo que supuse que era la cocina, vi salir a un muchacho
desgarbado, con mirada autosuficiente y muy inteligente, luciendo una
sonrisa de sabihondez que me agradó de primas a primeras. Dejé el café
a un lado, mientras el dueño del café le reñía al muchacho. El
muchacho sonreía con cierto hastío. Era evidente que no era la primera
vez que le llamaban la atención por algo como lo que había hecho.
- Es que estaba intentando crear una nueva interfaz de menú, para que
los clientes ordenen y reciban la cuenta automática, todo desde la
mesa, así no hace falta que nadie les tome la orden y nadie que les
saque la cuenta. Solo necesito que se sincronicen con la nueva
aplicación que he creado, pero eso va llevar un tiempo, sobre todo
porque es una aplicación que necesita correr asíncrona con cada una
de las computadoras del cluster.
Pero era bastante claro que el dueño del local no estaba en la
disposición de escuchar palabras que no entendía y que lo hacían
sentir inferior. Cada palabra mencionada por el muchacho crispaba más
el rostro de aquel hombre.
- ¡No me importa! - Estalló el hombre - el servidor tiene que estar
arriba, no puedo perder el tiempo en un experimento de un presumido
que lo que debería estar haciendo es cuidando el tráfico de red, en
lugar de estar inventando sobre lo que no conoce.
No pude más y le pedí permiso al dueño para hablar con el muchacho. El
hombre me miró, hubo un destello en sus ojos, pero desapareció para
dejar paso a una sonrisa amable y condescendiente.
- Adelante, por favor - me dijo.
Llamé al muchacho, a quien le pedí que se sentara por un momento. Me
vio con cierto recelo, tal vez una reacción natural de alguien que se
desenvuelve en un ambiente tan hostil, como aquel del café.
- Hola - le dije con el tono más amistoso del que soy capaz - me llamo
Isaac.
- ¿Y? - me contestó con altanería, pero con cierto temor.
- ¿No me vas a decir tu nombre?
- No tengo por qué decírselo, no sé quién es, no lo conozco de nada.
- Hay razón - le dije - pero lo cierto es que podrías beneficiarte de
esto. A lo mejor nos beneficiamos los dos. Pero en fin, dejame que
me presente con más detalle. Me llamo Isaac, soy el presidente de
Robótica Inteligente.
Al parecer, aquello surtió el efecto esperado, pues los ojos del
muchacho se iluminaron y se agrandaron.
- ¿La de los experimentos con inteligencia artificial?
- Exactamente. Interesante que estés al tanto de los trabajos que
estamos llevando a cabo.
- Me enterés desde que lo anunciaron y he intentado comunicarme con
los expertos que contrataron, pero ninguno de ellos ha querido
responder mis hologramas. Lo que pasa que creo tener algunas ideas
que bien podrían ser de utilidad.
Me reí con sinceridad. Los expertos que habíamos contratado eran
realmente un atajo de presumidos que había demostrado sobradamente su
incapacidad para darle seguimiento al trabajo del doctor Rolando
Gómez, único exponente de la verdadera inteligencia artificial, que se
había llevado sus secretos a la tumba.
- Estoy seguro que tus ideas serían, sin duda, de gran ayuda para
todos nosotros. Y es por eso que he querido que tuviéramos esta
plática. Antes que continuar con lo que tengo que decirte, necesito
hacerte una pregunta: ¿Cómo es que ibas a implementar la aplicación
que le decías al caballero?
- No es precisamente complicado... claro, con los vejestorios que
tiene este hombre no podía ponerme exquisito. No es más que una
aplicación que toma los datos de una sola computadora que hace las
veces de servidor,de tal forma que todo sea mucho más rápido, sin
necesidad de inventir en nada más. Él se puede quedar con esos
vejestorios si quiere y la aplicación no debería de consumir más
recursos de los que él puede dar.
- No es una solución del todo creativa...
- En definitiva no lo es. Pero es lo que se puede lograr con lo poco
que tengo a la mano.
- ¿Y si la actualización se hace asíncrona y de forma peer to peer
entre cada máquina del cluster?
El silencio que siguió a mi sugerencia fue bastante elocuente, pero al
parecer, él quería expresarse de manera mucho más efusiva.
- ¡PERO CLARO! - gritó - ¿CÓMO NO SE ME HABÍA OCURRIDO?
- ¡MUCHACHO! - gritó a su vez el dueño del local - ¿A QUÉ VIENEN
TANTOS GRITOS? ¡DE REGRESO AL CUARTO DE SERVIDORES!
- Me tengo que ir - me dijo con algo de vergüenza, necesito el trabajo
y él no es precisamente paciente.
- Que no te importe - le dije - por eso quería que platicáramos. ¿No
te gustaría trabajar conmigo?
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