sábado, 12 de abril de 2014

Mi primera casi semana en bici al trabajo

Que me pidieron que compartiera mi experiencia de mi primer día,... pero yo dije que mejor la primera semana... o casi, sería una crónica un poco más interesante.

Día 1: Salgo de mi casa, casco bien puesto, no sin antes armar una brigada familiar para buscarlo, pues tenía 8 años de no utilizarlo. Al comenzar a subir la cuesta de mi casa, la llana trasera se ladea y frena mi ascenso, por lo que debo subir a pie y llevarla en un pasón relámpago al lugar en donde la compré para que la alineen como se debe, hecho lo cual, vuelvo a tomar la calle. Luego de las primeras tres "cuestas", el temor se hace enorme: siento que los pankakes del desayuno están a punto de reclamar su camino de regreso, pero no le hago caso y logro sobreponerme, llegando al trabajo 1 solo minuto después, que lo atribuyo a la pasada por el lugar de reparaciones.

A las 5:30 de la tarde, ya de salida, logro subir un par de cuestecitas sabrosas del estacionamiento y me siento Bruce Wayne en el traje de Batman :) y salgo a la carretera sobre "Los Héroes", para luego bajar a la Colonia Médica, por ser el lugar de menor tráfico y por ende más adecuado para un ciclista de regreso a Mejicanos, me subo a una acera sin transeúntes para doblar más rápido... grave error, pues hay una fuga de agua que me hace derrapar y caerme, rasparme manos, codo y pantorrilla, pero lamentando mucho más que se me quiebra una de las palancas de velocidad y se dobla uno de los estribos de los frenos del frente. Llego a la casa e intento reparar la velocidad, pero es irreparable y he de comprar una nueva.

Día 2: Salgo de mi casa y paso a que me den el presupuesto de la reparación, no tan grave de la bicicleta y a que me enderecen el estribo. El viento en la cara me vuelve a confirmar que es, en definitiva, la mejor forma de viajar. El casamiento (arroz y frijoles molidos) del desayuno no ha lanzado ningún grito de guerra, lo que me recuerda los primeros días, 10 o 12 años atrás, en que yo hacía lo mismo y en que, básicamente, sentía lo mismo. Ya tengo la ruta o como diría mi abuelita "el caminito de hormigas" que me lleva bien al trabajo.

Salgo a eso de las 5:42 y comienzo a subir la cuesta del estacionamiento antes mencionada, cuando siento que algo bajo mi pie se quiebra. No, no es mi pie. Fue el pedal derecho que debido al peso (el mío, que es bastantito) que soportó, más el hecho de que no era nuevo, se quebró y dejó al descubierto el eje metálico. Logro regresar a la casa dándole, de tanto en tanto, golpecitos al pedal para que vuelva, temporalmente, a su lugar. Llego a casa y le amarro un alambre al pedal como solución temporal, esperando que esto me ayude a terminar la semana.

Día 3: De nuevo a tiempo, salgo "con todos los poderes" de mi casa, pero me doy cuenta después de 3 cuadras que el arreglo no funcionó, el pedal sigue zafándose, amenazando con dejar solo el eje metálico, sin posibilidad alguna. Con todo, llego al trabajo sin problemas y luego salgo a hacer unas compras al centro de San Salvador, en donde encuentro un buen estacionamiento, precisamente en el lugar a donde voy a comprar, que está techado y es lo suficientemente pequeño como par darme la idea (deliciosa masturbación mental) de seguridad.

Regreso a casa sin problemas, excepto los golpecitos para evitar que el pedal termine de salirse, pero decido dejarla en casa, para evitar que me quede incluso sin el eje metálico por necio.

No pude concluir la semana en bici por problemas técnicos, inherentes a cualquier viaje, pero no puedo recordar una sensación más satisfactoria que ir y regresar a los lugares en mi bicicleta. No problemas de tráfico, el viento en la cara, los músculos gritando de pura felicidad, la emoción de hacer lo que a uno le gusta.

Una vez la niña (se llama Renata) salga de reparación, sigo, sigo, sigo y no paro, que esto no es una moda, había sido siempre (hasta que me mudé a Olocuilta, que estaba obscenamente lejos) la forma de movilizarme siempre.

Anímese, viaje en bicicleta, es una satisfacción, una libertad, una felicidad que no se puede describir tan fácilmente con palabras, así que no se entiende, hasta que se hace :)

ANÍMESE!

sábado, 5 de abril de 2014

Comics y mangas poco comunes


Pues que este es un manga de corte extraño, digo extraño porque explota, hasta límites un tanto ridículos, un fetiche por el que casi todos hemos pasado, pero que no lo vemos de una forma tan obsesiva como los personajes principales de este manga.

Nozoki Ana, es el nombre del manga, que ha sido traducido como Peeping Hole o bien el agujero del fisgón, por darle una traducción un poco libérrima.

Y es precisamente eso, un agujero a través del cual la protagonista (Emiru Ikuno) espía al protagonista (Kido Tatsuhiko), quien llega a vivir al edificio de apartamentos del cual Emiru es coarrendataria. El manga es de un corte Ecchi, por lo que debe suponerse que se verán cuerpos sensuales y curvilíneos, semidesnudos y con buena carga de erotismo, lo que es, tal vez, el único atractivo de este manga.

No, no digo que sea malo, que los cuerpos, como ya dije, son un atractivo bastante grande, pero digamos que la temática del agujero por el que se espía, atravesando 13 volúmenes y un total de 117 capítulos me parece excesivo.

Claro, a lo largo de la trama se desarrolla una relación sentimental entre los personajes principales y se devela el por qué del fetiche obsesivo de Emiru (que es ella la del fetiche y no él) y se le trata de justificar. Sin embargo, todas las explicaciones posibles, no hacen más que aumentar el pseudodesencanto de la trama, que hubiese sido interesante y divertida en, tal vez, unos 4 volúmenes, en lugar de los 13 de los cuales consta.

Sin embargo, si le va lo Ecchi (como a un servidor), pues que le puede resultar interesante, pero no me culpe luego por la falta de un argumento interesante.

Si como en mi país, conseguir este tipo de lectura le es imposible, puede leerlo en línea (solo lo encontré en inglés, mis disculpas) en la siguiente dirección:

http://mangafox.me/manga/nozoki_ana/

Como siempre, la recomendación, si es que le ha llamado la atención y si le es posible, cómprelo, que si no, léalo y disfrútelo.