lunes, 13 de agosto de 2012

El orgullo de lo pueril

- Hoy es el último día que estoy aquí - me dijo con una sonrisa jugueteando entre avergonzada y orgullosa - me voy de auxiliar de recursos humanos.

Yo no pronunciaba palabra, tal vez por estar más pendiente del documental sobre Marc-Antoine Charpentier que extrañamente exhibían.

- No es que no me guste lo que hago, porque si me gusta, pero hablando con mi hija, que como ya le he contado está estudiando medicina, lo único que me dijo fue "querés pasarte el resto de tu vida barriendo"... - ella hace una pausa, tal vez esperando que yo diga o haga algo, al no obtener una reacción, continúa impávida: - mire, me cayó como balde de agua helada, "no mi amor", le dije "tenés razón".

Posteriormente me enumeró ciertas ventajas que le representaba el nuevo trabajo, incluyendo el hecho de trabajar en algo en lo que había estudiado. Pero lo cierto es que el lejano orgullo de un "puesto administrativo" bailaba cínico en sus pupilas, con la gallardía de quien se ha rebelado contra el sistema.

- No le miento - me dijo - pero la licenciada me ha rogado para que no me vaya, pero creo que mi hija tiene razón, aunque sea los dos últimos años de trabajo quiero dejar de partirme el lomo.

Con cierto hastío, la vi como quien intenta pulir un trozo de carbón con la esperanza de encontrar un diamante.

- Y el trabajo es... - quise saber de forma velada, tal vez por no ser del todo descortés.
- En una maquila - me dijo, con una expresión de tremendo orgullo.

Me di la vuelta, intentando pensar en algo que decirle, buscando alguna frase que no sonara a lo que realmente estaba pensando, algo que no fuese una brutal expresión de mis más oscuros pensamientos, una especie de velo al grito que ahogaba en mi garganta, al deseo de abofetearla, de mirarla con la mayor de las recriminaciones...

- Suerte - le dije y regresé a lo que estaba haciendo antes de intentar ver el documental.

1 comentario:

Nasty Heroes dijo...

Antes de eso, juerves, te llegaré a ver/escuchar ;)