lunes, 2 de julio de 2012

Introibo ad altare Dei... o tal vez no

Ver a través del vaso al que le falta agua (usted decide si está medio lleno o medio vacío, que a mí muy poco me importa), no es un oficio de enclenques. Es un trabajo que debe ser llevado con calma y sin premuras, como solían ser las antiguas mentes brillantes, esas que no estaban sujetas a presiones de ocho horas diarias o bonos por rendimiento.

Pensar con calma parece no estar de moda, sobre todo porque las prisas que han puesto los relojes de la producción, suelen ser implacables para aquellos que tengan el deseo de analizar las cosas. Las nuevas formas en que los estratos "deben" moverse suelen ser como la forma en la que se ve televisión, es decir, sin poder interactuar realmente con el aparato, sino más bien dejando que el aparato haga todo por nosotros, excepto cambiar el canal que nos transmitirá lo que "debemos ver".

No resulta nada fácil remoldearse a diario, los miedos intrínsecos de estropear el material del modelado suelen ser inocuos, pero suelen estar tan presentes que nos impiden desligarnos de nuestras propias ataduras.

Un proceso de revolución no debería ser visto como un ejercicio de enormes esfuerzos de masas, al menos no en sus fases embrionarias, sino como un ejercicio de individual intelectualidad que puede llegar a convertirse en una intelectualidad colectiva.

Tanto se ha caído en el conformismo intelectual, que la palabra filósofo se tiene ahora como un arcaísmo, tanto que se piensa en un filósofo como el hombre de barba larga vestido a la usanza griega precristiana. Esto no solamente es gracias a la tremenda y rudimentaria forma de pensar que nos van inculcando tanto en escuelas, como en universidades, como a través de los medios (que de hecho deberían ser cuartos) de comunicación, sino también a la parte de la sociedad que impone las reglas, merced al poder que ostentan.

Haraganes, prestos a la pelea cuando no encontramos argumentos inteligentes, orgullosos de nuestra ignorancia en ocasiones; estas son las características básicas de la mayor parte de la suciedad... digo, sociedad en la que vivimos y en la que seguiremos viviendo, a menos que, con el esfuerzo que requiere, todos nos demos cuenta que la revolución debe comenzar por nuestra cabeza.

Aunque claro, y para seguir la advertencia del gran amigo Carlos Ábrego, hay que tener cuidado que los piojos no se rebelen, que si no, estamos jodidos :)

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