sábado, 13 de agosto de 2011

El discurso

- No quiero - dijo ella, dando una patada en el suelo, como si fuese una niña pequeña haciendo una rabieta.

Yo había ensayado una y otra vez aquel discurso de ese día, a esa hora, en ese lugar. Había mucho de mí en aquel discurso, no sólo porque mis sentimientos estaban inmiscuidos, si no porque mucho de mi personalidad estaba plasmada ahí. Como esos cuadros que pintan los pintores famosos y que son interpretados de muchas formas por distintas personas, pero que al final de cuentas, todas concuerdan en que la personalidad del pintor está plasmada en ese cuadro.

Lo había ensayado durante días, quizás una semana y media. Desde el día en que me propuse que ella, y nadie más que ella tenía que ser la que me acompañara.

Debo confesar que no soy una persona que gusta mucho de hablar, ni de hacer dramas de ningún tipo alrededor de algo que quiera decir, pero lo cierto es que, por alguna razón, esto que quería decirle, me había tocado esa vena de actor de películas que todos tenemos dentro.

Ensayé con calma, ensayé las pausas en cada palabra, ensayé incluso la mirada que iba a ponerle cuando se lo dijera. Me imaginé el lugar, la hora... incluso imaginé cómo se vería su pelo con el reflejo de la luna cuando me diera su respuesta.

Y finalmente, cuando ese día llegó, pasé rondando la facultad,viendo a muchas de las parejas que buscaban la oscuridad del edificio derruído que, al menos por aquel tiempo, todavía servía de refugio amoroso para muchos de aquellos buscadores de intimidad.

Cuando finalmente salió, mis nervios hacían que las manos me sudaran y que pensara constantemente en aquella vez que todos se rieron de mí en Kinder porque mojé los pantalones por accidente.

Por eso me dolió su negativa, por eso me sentí de nuevo como en Kinder, con mis pantalones mojados. Aún ahora no comprendo por qué mi discurso no funcionó, no sé por qué razón, después de tanto ensayo, ella terminó diciendo no, simplemente no, a una simple petición de ser esa persona especial, única y querida, que me corte las uñas de los pies, porque no soy tan flexible como quisiera y no puedo doblar tanto mi cuerpo como para poder cortarme las uñas...

Es injusto, no les parece?

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