lunes, 29 de marzo de 2010

Black Dragon y Rygar, los juegos de mi generación

Por allá por los años 88-89, mi vicio eran los juegos de vídeo, solía pasar horas en un lugar que ya no existe, atrás del parque Morazán, jugando, sobre todo un par de videojuegos que, para aquel tiempo, eran la "mera mengambreya" Rygar y Black Dragon (con su versión japonesa Black Tiger, que era exactamente la misma cosa).

Llegué a ser un verdadero experto en estos juegos, y digo con algo de orgullo que incluso me hacían rueda para ver como jugaba.

Durante mucho tiempo no creí volver a toparme con esos jueguitos, hasta que instalé el xmame (apt-get install xmame) y bajé los respectivos roms de los juegos... maravilla!!!


El emulador proporciona todos los controles necesarios (graciosamente, la increíble cantidad de 2 botones, uno para saltar y el otro para lanzar 3 cuchillos y una maza), pudiendo iniciar un juego con agregar un crédito (número 5 del teclado, usualmente) y luego la tecla de start (número 1 del teclado, usualmente)



Las gráficas eran de 8 y 16 bits, así que se podrán imaginar cuán "poderoso" era aquel juego, pero lo cierto es que hizo las delicias de mi adolescencia.

Estos juegos podían entretenerte por un espacio de 1 ó 2 horas, dependiendo del grado de "macizada" que desplegaras, así que muchos de nosotros pasábamos mañanas enteras (yo estudiaba por la tarde) jugando con 25 centavos de colón (si esto no es estar viejo, no sé que será)

Pues bien, la historia del Black Dragon era que este guerrero era reclamado por un reino, pues 3 dragones habían dominado el reino entero y sólo la valentía del Black Dragon podía liberarlos. Así pues, nosotros éramos ese Black Dragon que llegaba en rescate del reino, cuyo premio era ni más ni menos la hija de rey (pobrecita ella, ni le preguntaron si quería, pero nosotros adorábamos pensar que ella estaba loquita por nosotros)

El juego constaba de 8 pantallas, con un "macizo" cada uno, que podía ser uno de los tres dragones, unas caras apiladas con cierto deje de tótems, un pequeño demonio que resultaba un tanto gracioso o unos dragones con tenazas en lugar de patas delanteras. Era por demás una aventura, pues a lo largo del juego te ibas enfrentando con momias, fantasmas, personajes que tiraban fuego, plantas carnívoras, esqueletos, etc, etc, etc.

Finalmente, la última de las pantallas era la del Dragón mayor, al que le dabas muerte después de varios lances.

Rygar, el guerrero legendario, era una historia similar, pues era la historia de la lucha por la libreación de la humanidad por parte de Rygar, quien tenía para defenderse un escudo atado a una cuerda que lanzaba y con el que destruía a sus enemigos.

El juego constaba de 24 pantallas, en las que la variedad de seres que querían darte en la nuca era muy extensa: gusanos que salían de la tierra, rinocerontes gigantes, vikingos que se dejaban caer de dragones voladores, seres de piedra sin cara, rinocerontes pequeñitos, monos brincadores, topos que se apilaban uno sobre otro, gárgolas voladoras... y un enorme etcétera.

A lo largo del camino ibas recogiendo ciertos escudos que aumentaban el poder el tuyo: un escudo con forma de castillo que hacía el tuyo más grandes, una estrella que hacía la cadena más larga, un sol que te permitía hacer tiros verticales y no sólo en círculos como iniciás haciendo, un puma (tigre le decíamos nosotros en nuestros tiempos) que te permitía matar a los enemigos sobre los que caías de pie y una cruz que te daba algunos segundos de total indestrutibilidad (excepto cuando caías al vacío)

La cruz salía en pantallas específicas a menos que, destruyendo una tumba (que te salían a montones a lo largo del juego y que podían darte tiempo, puntos, una especie de bomba que destruía todo alrededor, etc.) te saliera un signo de interrogación que si le dabas las veces necesarias con el escudo, se transformaba en una cruz.

La pantalla final de este juego era el castillo del hombre león, el cual tenía esclavizada a la humanidad de aquel tiempo y el cual, al morir, representaba la caída del imperio (como el emperador Palpatine de StarWars) y por consiguiente la liberación automática de la humanidad.

Por cierto que para arrancar cualquiera de estos juegos basta con teclear en una terminal:

xmame /ruta_de_roms/nombre_del_juego.zip y enter, usualmente se ejectua en una pantalla minimizada, así que para jugar en una pantalla minimizada (que conserve los botones de la ventana de cerrar, minimizar y restaurar) basta con hacer Alt+Home para que aparezcan los controles y podamos maximizar la pantalla.

Hoy andaba nostálgico, así que... algunos recuerdos de los vicios de la adolescencia.

Saludos a todos

5 comentarios:

Víctor Salmerón dijo...

Ahhh, que dias de esos vicios, con el que eh agarrado pila es con el Chrono Trigger, y, en esos enormes pasillos de la nostalgia, con un cuate recordamos los días del atari 2600, donde una sola palanca y un boton, era todo lo necesario para manipular al personaje unicolor y cuadrado de la pantalla.

Saludos y que se recupere de la lesion

Nasty Heroes dijo...

@Víktor: Parece que ese humor nostálgico "juegueril" es contagioso xD, eso es bueno. Ah, tiempos aquellos!!!

Gracias por comentar y por los deseos de recuperación!!!

Carlos Abrego dijo...

Si seré viejo... en mi adolecencia apenas empezadita llegó la telé al país...

Trompo y chibolitas eran mis juegos y sobre todo andar de vago de la Seca a la Meca.

Un abrazo.

iba pasando dijo...

Nunca fui loco juego, pero si gastaba varias horas en las "maquinitas" jugando aerofigther, kabal, mortal (los tiesos).

En la casa me gustaban castlevania y (super) contra.

Nasty Heroes dijo...

@Carlos Ábrego: Don Carlos, que gusto tenerlo por estos lados.

Pues ni crea, de hecho las chibolas fueron también uno de esos vicios de niñez que me duró por mucho tiempo y el capirucho, ese aún perdura. Y lo de ser vago, mejor ni le cuento :)

@Iba pasando: Uhhh, el Cabal era muy original, te movías derecha o izquiera... más nada, Castlevania era maravilloso, aunque las últimas versiones se ven de locura.

Saludos a ambos y gracias por pasear por estos lados.