viernes, 12 de diciembre de 2014

Viernes de vídeo

Pasión por lo que se hace, talento y esfuerzo, vea el resultado:

The Magic Moment from Christopher Helkey on Vimeo.

Sonría, es viernes :)

sábado, 6 de diciembre de 2014

Sábado de vídeo

Para hoy es un vídeo de grandes kilates, porque le traigo a alguien que tiene en sus manos una joya invaluable.

Ana Miralles sur la couverture Djinn 12 from Emilio Ruiz Zavala on Vimeo.

Si no ha leído usted Djin, no sabe lo que se pierde, a nivel de libreto, pero sobre todo a nivel del dibujo, que es el quemón que le traigo hoy. Ni más ni menos que Ana Miralles, vea usted y dígame si no es una delicia verla trabajar.

Sonría, es sábado :)

sábado, 29 de noviembre de 2014

Podcast 9: Hola viejita. Parte 2

Segunda carta de 3, que conforman este cuento de Hola Viejita:


Además, se supone que ya se va a poder bajar el audio de este podcast, en caso de que así lo desee hacer.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

El monstruo del parque - Cuento


Al principio era un juego, como todo lo que iniciaban ellos dos. Un juego de verdad, aunque ellos lo habían inventado. Era un juego relativamente sencillo pero bastante ingenioso. El que comenzaba el juego debía estar como estatua por un minuto completo, UN MINUTO, antes de comenzar a encontrar las pistas que el otro iba dejando por todo el lugar, todo con el objetivo de saber el lugar exacto, por deducción lógica y no simplemente porque se buscó al otro desde un inicio, en donde el de las pistas se escondía. Las estatuas detectives, le habían llamado al juego, y era realmente fabuloso.

Tal vez ella le dio a entender que le gustaba, tal vez él mal interpretó lo que ella le decía. Pero cuando terminaron el juego aquel día y decidieron trepar al enorme árbol de amate al final del parque, él estaba confundido, no sabía lo que le pasaba, era algo nuevo, algo que no había sentido nunca en todos sus enormes nueve años de vida, pero cuando ella lo tomó de la mano para terminar de andar el camino hacia el árbol, él supo lo que era: él la amaba, la amaba de verdad, no como los adultos, la amaba con sinceridad, sin furia, con temor, sin exigencias, hasta la muerte, desde lo más profundo e interno de lo que era capaz de imaginar.

- Te quiero – le dijo, seguro de estar cometiendo la mayor locura del mundo, esperando que ella le soltara la mano y lo dejara ahí, moribundo del amor más sincero que se ha conocido jamás.
- Yo también – le respondió ella, mientras le regalaba el momento más eterno de cualquier finitud: su sonrisa sincera.

Y como siempre, subieron al árbol con toda la velocidad de la que eran capaces y no necesitaron volver a decirse nada, porque se amaban tanto, que no tenían necesidad de decírselo, lo sabían, lo sentían y eso era más que suficiente.

En fin, ya estando en la parte más alta de la copa se dedicaron, como siempre, a ver los perros callejeros pasar, inventándoles nombres e imaginando el tipo de vida que tendrían una vez desaparecieran de su vista.

El viento se había dedicado a dibujar maravillosas figuras sobre la cancha polvosa que estaba debajo de ellos, así que también se dedicaron a darle nombres a los dibujos, nombres inventados, inexistentes para la gran mayoría, pero de una veracidad que cualquier niño podría atestiguar.

Pero algo pasó, algo que los dejó quietos y callados por un momento, detrás del enorme árbol de hule, al otro extremo de la cancha, un enorme agujero se abrió, exactamente en la mitad de la corteza. De repente, una enorme nariz azul se asomó y los dos niños se quedaron quietos, de piedra, mientras a la nariz le seguía una enorme trompa llena de pelos y de la cual sobresalían cuatro colmillos, dos superiores y dos inferiores y luego, unas manos gigantescas que se asían a los bordes del agujero en la corteza, para dar paso, ya en su totalidad, a un enorme monstruo de grandes patas y un descomunal estómago, que lo hacía verse mucho más amenazados, cuanto que devorador de todo aquello se atravesara en su camino.

El monstruo salió, vio a un lado y otro, y luego se recostó sobre el almendro que estaba junto al árbol del cual había salido: parecía sentirse cansado por alguna razón, pero también se miraba adolorido, con cierto malestar que se exteriorizaba con bastante claridad y que tendría que haber sido la razón para el descuido de salir aún con la pálida luz de la tarde de aquel noviembre.

El silencio no debía romperse, ¿qué pasaría si aquel animal, humano, cosa, lo que fuera, los descubría? Él no quería ni pensarlo.

Y aquel enorme... lo que fuera, se levantó y trató de andar hacia el otro lado de la cancha polvosa, cojeó con dificultad “le duele la pata” pensaron los dos al mismo tiempo, y se miraron con la complicidad de quien sabe deducir tan bien como para jugar Estatuas detectives sin dificultad.

El monstruo logró llegar al amate de los niños y volvió a recostarse, mientras se rascaba la cabeza. Sin embargo, al recostarse sobre aquel árbol, lo movió de tal forma que él no pudo evitar resbalarse. Claro, él era un buen escalador y no cayó, pero la rama que resultó rota en su operación de autosalvamento no fue tan benévola como para quedarse callada. Ella, preocupada por él, dejó escapar un grito ahogado, pero que también fue lo suficientemente audible como para que el panzón del monstruo se levantara asustado y a la defensiva.

- ¿Quién? - fue lo que dijo, con una voz tan gutural y grave que ella, que no estaba asida con firmeza a ninguna rama por querer ayudarle a él, se soltó.

El tiempo se detuvo para él, viéndola caer, alzando sus manos hacia él, intentando asirse, mientras abajo el monstruo los miraba, extrañado, asustado,... preparado. Él, por supuesto,no podía perdonarse. Después de confesarle que la quería, sintiendo con toda el alma aquel amor que se caía en un abismo interminable, en una caída que duraba su vida entera. ¿Y si él también saltaba?, ¿qué importaba ya su propia vida si ella no iba a estar mañana para volver a jugar, volver a correr de la mano, volver a ver el regalo diario de su sonrisa?

Aquel pensamiento le duró un segundo, nada más. Era obvio, no era más que un pensamiento fugaz, por el que se sintió culpable, ¿qué otra cosa podía hacer? Así que, sin perder más que ese segundo, saltó.

No supo muy bien lo que pasaba. Él la miraba a ella y lo que pasaba allá abajo, que cada vez era menos abajo y más el aquí, no le importaba, iba a estar con ella, como debía ser, como él sabía que debía ser, pues no lo imaginaba de otra forma. Y finalmente después de una eternidad perdido en los ojos de ella, el “aquí” llegó.

- ¿Quién? - volvió a preguntar el monstruo, mientras los sostenía a los dos en cada una de sus manos.

Y se dieron cuenta de que no estaban muertos, no estaban siendo devorados y que estaban siendo sostenidos por unas manos grandes pero suaves y calientitas.

La primera en reaccionar a la pregunta fue ella:

- Carolina – dijo con temor, mientras se tocaba el pecho señalándose a sí misma.
- Enrique – dijo él, imitándola.

- Carolina... Enrique – atronó el enorme monstruo – luego dijo – Roberto y, ante la mirada atónita de los dos niños, él sonrió.

En un mundo de adultos, la perplejidad hubiese sido la reacción más normal, o bien el pánico descontrolado. Pero ocho y nueve años es una edad de madurez y comprensión absoluta, por lo que los dos sonrieron con total naturalidad, mientras eran depositados en el suelo por Roberto, el monstruo panzón, peludo y sonriente.

Como todo un propietario real del parque, Roberto se portó por demás cortés y les ofreció cerezos de Belice, fruto ácido pero de buen sabor, que los niños siempre habían gustado y que, por supuesto, siendo ellos muy educados también, aceptaron con gratitud.

Sin embargo, Roberto cambió la sonrisa por una mueca de dolor en un instante y los niños se dieron cuenta.

Ella fue la primera en preguntar:

- ¿Duele?

Y él les mostró su pata inferior, a la que era claro que no podía llegar y que tenía, ah las coincidencias literarias, una enorme astilla clavada

Así que Enrique, se acercó a Carolina y le dijo en un susurro “Como en la astilla del león” y a ambos se les iluminó la sonrisa, con una complicidad por demás conocida entre ellos dos.

- Fuerte – dijo Carolina, mientras asía el tronco del árbol de cerezo de Belice, invitando a Roberto a hacer lo mismo.

Enrique fue el que se acercó a la patota de Roberto y le hizo de señas, advirtiéndole que iba a tirar de la astilla, así que Roberto, sin mayor dilación, se aferró del tronco del cerezo, mientras cerraba los ojos, preparándose para el dolor que, sin duda, venía. Claro, la cosa no fue nada sencilla, pues lo que para Roberto era una astilla, para el pobre de Enrique era una rama de considerable tamaño, de la que tuvo que tirar, haciendo acopio de todas las fuerzas que sus nueve años le permitían. Roberto, pobre, se mordía el labio inferior intentando resistir el dolor. Finalmente, la astilla-rama salió de la pata de Roberto, no sin una cantidad considerable de sangre morada.

La expresión de Roberto cambió casi de forma inmediata, de un agudísimo dolor, a una sonrisa de alivio, que acompañó de un gruñido que puso a ladrar a todos los perros del lugar.

Los niños se fueron, pues la cena seguramente se enfriaría en las mesas de cada uno si no llegaban a tiempo, pero Roberto los abrazó con mucha calidez y expresó un “Gracias” que sonó a un rayo estrellándose contra el piso de aquella cancha.

Los vecinos del lugar no se dieron cuenta, o aparentaron no darse cuenta de la existencia de Roberto, pues podría poner en entredicho su madurez adulta, así que nadie dijo nada cuando al día siguiente, el cerezo de Belice apareció con unas marcas de unas enormes manos que lo habían apretado con fuerza y los niños, claro, siguieron llegando, siguieron queriéndose con la mayor sinceridad, ella le siguió regalando su sonrisa, como siempre, pero los juegos de las Estatuas Detectivas, eran aún más fáciles, con Roberto, siendo que era incapaz de esconder aquel enorme cuerpo en ningún lugar de aquel maravilloso parque.

FIN

sábado, 22 de noviembre de 2014

Sábado de vídeo

Que ayer me fue imposible, así que hoy le traigo uno cortititito pero gracioso... además de ser de esos que explica muy bien el comportamiento humano frente a lo que consideramos una gran desgracia, cuando no nos damos cuenta que pudo haber sido mucho, mucho, mucho peor:

A Tale of Momentum & Inertia from HouseSpecial on Vimeo.

Sonría, es sábado :)

viernes, 14 de noviembre de 2014

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Manual para el suicidad principiante - Cuento


Se comienza con timidez, con esa vergüenza disimulada que ocurre cuando ni siquiera queremos que se nos note que tenemos vergüenza.

Enterrar poco a poco la cabeza en la almohada, tal vez... pero esa sensación de la caliente respiración, ese recordatorio permanente de algo que ya no se desea: la vida. Tal vez no, asfixia por almohadazo delicado, no.

En esos momentos, claro, uno recuerda que la casa es una porqueriza, una casa... casita... casistilla en la que es tan fácil que se note lo sucio y muerto, claro, pero con dignidad, así que se va uno a traer la escoba a ese remedo impertinente de patio en el que caben, con suerte dos macetas, una con albahaca, de esa de gallina, porque la otra no se le da a uno que tiene mala mano; y otra con intentos de principiante de sembrar zanahoria, o cebolla o tal vez cilantro.

El proceso de barrido debe ser el más meticuloso que jamás se haya llevado a cabo, al fin y al cabo, esas habladurías de velorio: un asco. Es preferible que digan que se es un muerto limpio a que den gracias a cualquier dios porque un personaje de semejantes malos hábitos no merecía seguir vivo. Y aquí empieza realmente el problema, porque se empieza uno a dar cuenta de que han habido recovecos que jamás - no, no es exageración – jamás se habían limpiado y encuentra uno animales que no sabía uno que existían, así que comienzan las preguntas de si realmente es que llegaron o se generaron espontáneamente y a lo mejor hasta están por desarrollar consciencia de sí mismos.

De acuerdo, la limpieza se ha hecho, tal vez demasiado concienzudamente, pero vamos, que es nuestra última hazaña, nuestro opus mortem, si se le quiere llamar de alguna manera y nos decidimos a intentar otra cosa. Así que claro, es el momento de observar las vigas (madera o metal, dependiendo de lo que encontremos) y preguntarnos si aguantarán con el sobrepeso (no me diga que no, acepte su obesa realidad con estoicismo). En fin, que va uno a ver si hay algo que, en unión sinérgica de pescuezo, vigas y cable-lazo-alambre-ocualquiercosaquesirva lleven, al fin, al gran paso, el último, ese en el que se dicen las palabras memento mori.

La cuestión de amarrar bien el cable-lazo-alambre-ocualquiercosaquesirva tampoco es cosa fácil, pues hay que asegurarse que no vaya a desamarrarse y termine uno con más dolor de orgullo que con una muerte digna, así que se hace un nudo de marino y se va traer una silla, una silla cualquiera, que tampoco es para ponerse exquisito, que con la dignidad guardada basta... y es aquí en donde aquel gusanito de la inconformidad a corroer poco a poco la idea que tanto costó: DIG-NI-DAD, tres sílabas, una palabra, mucho contenido y falta de ganas de mandarlo todo a la mierda. QUE NO, que colgado... vamos que muy bien muy bien, no es que se termine viendo uno, todo colorado/morado y con la lengua de fuera, uf, la peor de las poses en el peor de los lugares. Bien pues, no.

Saltar de un décimo piso, ni en la peor de las borracheras, que las alturas dan un mieeeeedo.

Gas... no, que si hay una chispa, eso de morir quemado sí que no, cualquier cosa menos quemado, que además de deforme, con una muerte cruel y dolorosa.

A ponernos frente a un bus o microbus, que estos seguro que hasta pagan por matar gente... pero ¿y si no hay tales de estirar la pata y solo queda uno medio rengo y además estúpido? No gracias.

Pagarle a alguien para que nos quite la vida. Ja, si no tengo ni para el pan francés de hoy, voy a tener entonces para pagarle a uno que me deje las tripas de fuera. Que no.

Veneno. Y la pregunta del millón de dólares: ¿Sabe usted en dónde puedo conseguir cianuro, cicuta, curare? No.

Así pués, después de un buen tiempo de meditar y analizar, se llega a una conclusión: hágale huevos a la vida, que morirse no es ni lejos, algo sencillo o barato.

FIN.

sábado, 8 de noviembre de 2014

La Pava (poema de Francisco Torres)

Hoy no es nada mío... es simplemente que a alguien a quien quiero mucho le gustó este poema y la verdad es que no deja de tener su gracia:


LA PAVA

Por entre las flores que adornan la reja,
asoma la cara alegre y risueña
una zagalilla, modelo de hembra:
con ojos muy negros y tez muy morena
ha poco un mocito de hechuras flamencas
de prisa y gozoso a la calle lega,
y el paso detiene ante aquella reja
que es altar y trono...
¡Altar de su diosa, trono de su reina!

Ya están frente a frente,
la pava comienza:
- Hola Carmencilla. - ¡Hola, buena pieza!
A dónde has estado Currillo...? ¡Contesta!
¿por qué no ha venío a la ocho y meía
como toa la noche...? ¡Me tié contenta!
Hace algún tiempo que tengo sospecha
de que tú me engaña, si verdá fuera
te juro por esta...

- ¿Qué ice, serrana?
- Que eres una prenda, que me engaña, curro,
- ¿Yo engañarte, reina?... ¿Has perdío el juicio?
- Quisieras lo pierda. ¿Te parece bonito
tenerme cerca de do hora esperando?

- Nena e que yo...
- No quíeo iscurpa...
- Espera y escucha un itante tan solo,
princesa, que un grillo se escucha y vale una perra.
- Y tú vale menoque un grillo, tronera...
No quío escucharte mentira,
- Carmela!... no tíe... reparo, no tíe prudencia,
- Ni tu tíe vergüenza.
- Por Dios, no te enfade que pone muy fea
tu cara bonita, tu cara de reina...

- ¿Ya viene con flor...? Pue largo con ella,
que aquí por fortuna no sobra maceta...
- ¿Por qué eso modale, por qué? Dí,
Carmela...
- Porque tengo celo.
- ¿Quién e esa hembra
que amarga tu vía?

- No lo sé; cualquiera...
Yo no la conozco ni quíeo conocerla;
una lagartona que te quíe pa ella
y no le importa er que yo me muera.
- Ar que eso te ha dicho que te güerva el dinero.
Mira mi arma toa entera
era e mi mare cuando a tío morena,
no te conocía; más la noche aquella
en que yo te vi por la vez primera,
la partí por medio pa que ansina sea
la mitá pa tí, la mitá pa ella...

- Renuncio a mi parte de arma tan perra...
- ¿Qué ice? - Lo dicho: tú si dúa piensa
que vas a engañarme con la labia esa
Qu el Señó te ha dao. Pue no te lo crea,
que si tú ere pillo, yo soy tan lela.

- ¿Es que te has propuesto que tengamos
gresca?

- Lo que yo deseo e que ya no güerva
má por esta calle, porque yo a la reja
no bajo ni a tiro pa que tú me veas...
- Ni farta que hace; no pase tú pena
por eso, chiquilla, ecuída, Carmela,
que yo te prometo darte gusto. ¡Ea!
Adió, señorita...

- Adió, sinvergüenza...

La dama, nerviosa, la ventana cierra
y tras la persiana marchar la contempla;
él a cada paso vuelve la cabeza
y exclama entre dientes:

- ¡Que baje mañana a la reja Dió mío!
Y entre tanto, ella se queda gimiendo:
-¡ Dió mío! ¡Que güerva!
Francisco TORRES

Así pues, se los dejo, para ver si también les deja una sonrisa :)

martes, 4 de noviembre de 2014

Mañana como siempre... - Cuento

Y vuelvo a este lugar, en donde lo único que cuenta es la justificación.

Veo a uno y otro lado y me siento perdido, ausente de mí mismo, veo mis manos correr por el teclado sin saber exactamente lo que están escribiendo. Estoy solo, me siento solo y comienzo a temer que sea un viaje sin retorno. Años hace que no tenía esta sensación y me doy cuenta que a pesar de no sentirme nada bien, debo estar aquí. Aparentando que estoy bien, que soy fuerte, que no pasa nada.

Cierro los ojos e intento recordar lo que se sentía ser distinto… y no lo consigo. Nada me sabe como antes. Si bien no soy de los que vive anhelando un pasado mejor, lo cierto es que tampoco el presente y mucho menos el futuro me suenan prometedores. Intento recordar mi felicidad y no logro recordar lo que sentía. Mi momento de autocompasión duró poco, cuestión de un día, tal vez dos. Pero lo siguiente fue peor. La vacuidad, la falta de peso, la ausencia.

Todo comenzó por una estupidez, como empiezan todas las cosas grandes. Un pleito, un malentendido, una frase dicha tal vez sin querer, pero que alcanzó a tocar fibras sensibles. Demasiado sensibles. Primero, claro, el enojo, pero luego algo pasó, algo se comenzó a transformar, a cambiar dentro, como esas gotas que se van acumulando en los huecos de las piedras y cuando el hueco se desborda no lo hace más en simples gotas, sino en grandes chorros, así, lo que se desbordó producto de aquella insignificancia, resultó ser la indiferencia. No había odio, no había otra persona, solo había una nada monumental, un vacío triste y errante, vagando por cada rincón del alma.

Estando aquí, no puedo más que desear en otro lugar. Pero no sé en qué lugar. Viendo a la gente entrar y salir de esta oficina no puedo menos que imaginar lo plácida de las vidas de cada uno y me doy cuenta que estoy terriblemente equivocado, que las vidas plácidas son una falacia, una mentira que creemos por un tiempo, pero que luego llegamos a desenmascarar. Y duele. Y destruye.

La necesidad de aparentar que se trabaja no hace más que incrementar la soledad. Trabajo, claro, hago lo que debo hacer, por lo que se me paga y por lo que soy una persona “productiva a la sociedad” Todo una pantalla, una mentira enorme que dice que estoy bien, que soy una persona importante y que sabe hacer su trabajo. Como si eso fuese lo único que importa.

Vida, trabajo, trabajo, vida. Suena complementario, pero en realidad es parasitario. El trabajo se convierte poco a poco en lo más importante para muchos y en lo más deprimente para otros. Con lentitud, los progresos laborales se van convirtiendo en lo único que interesa, como si la necesidad de trabajar, se convirtiese en la necesidad de saber que somos necesarios en el trabajo. Espejos para los conquistados.

Y permanezco en mi lugar de trabajo, cumpliendo un horario que no pedí, que no establecí y que nadie ha establecido nunca, porque sí, porque este es el horario que ha sido siempre, tantas horas fuera de cualquier lugar que a uno le pueda parecer interesante, porque eso es lo que debe ser, porque siempre ha sido de esa forma.

La veo en mis recuerdos y parece que estuviese ahí. Pero lo cierto es que no la extraño. No recuerdo como sentir lo que sentía por ella y eso me entristece. Creamos una vida junto a alguien más con la esperanza de que un sentimiento, una reacción química, será capaz de durar para siempre y de repente, un pleito, otra reacción química, no hace más que contrarrestar el efecto de la primera y luego,… nada.

Y ahora, que la hora de partir se acerca, que he de regresar a otro lugar en el que no quisiera estar, no hay nada más devastador que aceptar que mañana, como siempre, el sol saldrá y mi corazón seguirá latiendo, porque no soy más que el resto, porque estoy aquí, junto con otros millones, que tienen tanto vacío en su vida como yo. Que el mundo sigue, que el universo sigue. Tanta verdad, tanta crueldad, tanta mierda.

sábado, 1 de noviembre de 2014

Podcast 7. Cuento "Hola Viejita

Como hacía ya ratos que no publicaba un podcast, pues me decidí a hacer uno. En este doy cumplimiento a la promesa de subir más cuentos leídos y les leo uno que, además, ya estaba subido al blog desde hace algunos años, pero que ahora lo leo, no sin cometer algunos errores de lectura, pero que no son tan graves como para no entender el contexto. Mis disculpas, además por el tonito constipado, pero recién salgo de una gripe crepuscular :(

En fin, el cuento se llama Hola Viejita y es un cuento que se divide en 3 cartas, el podcast es la carta 1, en la que un viejo YO, le escribe a un amor perdido que no superó jamás.

Este es el podcast:


viernes, 31 de octubre de 2014

Viernes de vídeo

Digamos que es una colección de varios temas conocidos, condensados y que parecen un tema nuevo:

E N V O Y from David Weinstein on Vimeo.

Sonría, es viernes :)

miércoles, 29 de octubre de 2014

Mi Mondrian y tu Picasso - Cuento


Adolfo Aliosha, ese es mi nombre. El que me puso mi padre, un admirador confeso del libro Mein Kampf y de Los Hermanos Karamazov, autor y personaje que componen mi maravilloso nombre. Esto no es una cuestión baladí, por supuesto que no. Esto es algo que me ha definido a lo largo de mi vida. Empecemos por el nombre de Adolfo, que hoy en día y desde mis tiempos, casi nadie lleva encima. Pero ese es el de menos, que tal el de ¡Aliosha! En la novela de Dostoievski era un diminutivo, pero el mío no es el caso, no señor, me llamo ALIOSHA.

¿Que si la he visto difícil? Imagínelo usted con todo el poder de su imaginación y le aseguro que se habrá de quedar corto. Sin embargo y en favor de mi padre... y de mi madre que fue la que no puso reparos al asunto, esas batallas infantiles me resultan hoy, claro, con el tamiz de los años, una verdadera delicia, sobre todo en estos tiempos en que las cosas van rápido y nadie tiene tiempo para fijarse en mis nombres, en la segunda guerra mundial, en un par de hermanos con un mal padre o en cualquier otro vestigio de conocimiento general que pueda asomarse.

Por lo demás, fue la mía una infancia feliz, llena, honor a quien honor merece, de muchas artes y buena literatura, al menos de la que se puede conseguir por estos rumbos, que tampoco es que La Princesa de Cléveris se encuentre en cada esquina... que hasta librerías es difícil encontrar.

Mi adolescencia, como la gran mayoría, se vio marcada por la rebeldía y por el desencuentro con aquellos que decidieron que viniese al mundo, pero fue pasando poco a poco y la reconciliación llegó de la mano con mi edad adulta, no sin antes haber pasado por una serie de tareas que iban desde Saint Exupéry hasta Don Lito de El Salvador, las ecuaciones de segundo grado con una incógnita; mis primeros encuentros con el baloncesto que a estas alturas, con todo y la vejez de las articulaciones, sigue siendo mi deporte favorito. Claro, mis primeras aventuras con el onírico sentimiento del amor adolescente, con sus característicos y beckerianos ex abruptos. Mi primer encuentro con Sabina y mi primer amor literario con Antonio Muñoz Molina y su Jinete Polaco.

Mi entrada en la adultez, forzada como la gran mayoría de los adultos incipientes en el país, fue a través de un trabajo que representó mis primeros ingresos, mis primeros encuentros con la tensión laboral y mi primera decepción, al no poder seguir los pasos del personaje de J. M. Barry. Mi desencanto con la tan ansiada adultez, que ha llegado hasta estos días, se fue cubriendo poco a poco con un aire de responsabilidad, tanto que llegué a creer que el hombre de negocios de la región de los asteroides 325, 326, 327, 328, 329 y 330, no estaba precisamente en un error.

Conocí a Dalí un poco tarde, pues aún no me alcanza la vida para admirarlo. Pero, no crea que voy siguiendo los pasos de Malintzin, que la Familia de Papel me resulta de los cuadros mejor elaborados y más enternecedores que he visto. Me gustó la plástica tanto como la música y admiré con locura cada trabajo de Buonarotti, como amé la música de Zeppelin, como me admiré con cada Goya y sus desvaríos, como me emocionaron las notas de Haggard.

Había tenido, como sea, muchos años de bonanza económica y gozaba de placeres hedonistas de muchas clases.

Toda la parafernalia contada hasta hoy no es simplemente ese deseo de presumir. No. No soy tan banal ni tan presumido. Fue cuando cumplí los 38 que la conocí. Ella apenas tenía 23 y era una niña maravillosa que saltaba por todos lados y sonreía con despreocupación, obsequiando felicidad a cada paso. No exagero, ella era así, vital, imposible, onírica. ¿Su nombre?, su nombre no importa, no realmente, como no importan los pormenores insignificantes como su altura o la cantidad de dinero que pudo o no haber tenido.

No nos presentaron nunca, ella se acercó a mí y me dijo “hola, ¿te gusta Mafalda?” Claro, no acostumbrado a presentaciones tan poco ortodoxas, no acerté más que a sonreír. “¿Qué?”, me dijo “¿no te gusta?” Le estiré la mano y le dije “Al que no le guste Quino, no sabe nada de la vida” Ella no hizo nada más que sonreír, pero no hizo falta nada más. Aquella luz que me envolvió de repente era casi como el amor contemplativo desde la ciudad de plata. Yo era Uriel y ella la luz eterna. Hablamos de todos los libros de Mafalda publicado, de otros tantos libros de Quino, de Fontanarrosa, de Crumb... muy pronto nos dimos cuenta que el mundo se había desvanecido a la luz de las tiras cómicas y que, en aquella fiesta a la que había ido como un compromiso social, se había convertido en la velada más deliciosa que había tenido en mi vida. Nos fuimos de la fiesta como a eso de la una de la madrugada y acabamos en una estación de gas, hablando, riendo y yo, sin duda alguna, enamorándome como un imbécil, como nunca, jamás, creí que iba a hacerlo.

Quedamos... a ver, en realidad le supliqué, que nos viésemos más tarde ese mismo día. No podía quedarme con aquel deseo apremiante de seguir y seguir y seguir. Sorprendido, escuché que me decía que sí, que estaría encantada y que nos veríamos en una cafetería, pero por la tarde, que con todo el cansancio que tenía, seguro iba a dormir hasta el medio día.

Los días se iban corriendo cuando estaba con ella. Entrábamos en una dimensión propia, en donde el tiempo parecía, al mismo tiempo, estar detenido y viajar mucho más rápido que cualquier otra cosa. Conocí de su su afortunada cinefilia, su megalomanía y su gusto por el arte abstracto y surrealista (menuda combinación) Era alérgica a las iglesias y detestaba el tener que estar atada a un horario y a un lugar para aparentar ser una persona respetable que se puede ganar la vida de la manera más decente. Era cautelosa con las cuestiones sentimentales, porque no creía que el amor absoluto o la entrega incondicional fuesen una buena idea, sobre todo en un tiempo en que lo shakespeariano era ridículo, pero lo bergerackiano era falso.

Yo contaba las horas para salir de la compañía y poder verla, buscaba cualquier excusa para salir más temprano o para escaparme y verla una hora o incluso treinta minutos en mis horas laborales (frase que, por cierto, le causaba una cierta risa forzada pero altisonante)

Un buen día, la sorprendí con un regalo: había pedido a través de Internet la colección completa de Ths Sandman de Neil Gaiman y se la llevé a nuestra ya obligatoria cita de todos los días, cuando lo abrió gritó tan alegremente que me llenó de su felicidad, pero además se tiro a mis brazos y me besó. Un beso largo, aunque espontáneo, un beso del que se separó después de algunos segundos deliciosos y que quise prolongar tanto como la eternidad me lo permitiese. “Perdón...” dijo casi avergonzada, como nunca la había visto, pero luego se recompuso, me volvió a poner su mejor cara de la Wendy barryana y me dijo “gracias” con aquella sonrisa que me derretía las retinas. “Gracias a vos” le dije con una sonrisa involuntaria.

Comenzamos una relación implícita ese día. Jamás me declaré, lo que hizo que aquello se me convirtiera en una adicción todavía más cruel, más necesaria, más... como el polvo de los sueños de Oneiros. La besaba cada vez más y ella correspondía y luego continuábamos nuestras pláticas, lo cual me volvía cada día más, un esclavo de su humedad y de sus palabras.

Pero ella no parecía darse cuenta de mi debilidad, de mi cada vez más traumático vuelco de razón hacia ella. Ella simplemente me besaba, conversaba y seguía como si nada. Yo, claro está, quería más: quería vida, quería alma, quería tiempo y locura, todo en un solo paquete un solo hatillo de segura sin razón, envuelto en un papel de celofán con mi nombre en él... y ella no me lo entregaba, no me retornaba la locura, no me daba la necesidad de mí que yo necesitaba.

Los besos, las caricias, sus labios abiertos me perseguían, mucho más que si alguna vez nos hubiésemos acostado. Era doloroso y yo quería más de ella. Una señal, un pequeño guiño del compromiso de estar locos los dos, complementados, juntos y muy revueltos.

Finalmente, un buen día, después de querer sacarle con insinuaciones un poquito de confesión, le pregunté sin más miramientos “¿estás jugando conmigo?”, a lo que ella me contestó con un sonriente “claro, ¿por qué?”

Aquella respuesta, totalmente inesperada, me dejó sorprendido por un par segundos, ante la mirada inquisidora de ella. “¿pero... por qué?” Y me sentí un estúpido por haber preguntado de una manera tan burda. “Porque necesito jugar y divertirme, de lo contrario me moriría. ¿O es que vos querés que lo nuestro sea serio?” No supe muy bien qué responder o qué pensar y no pude hacer más que quedarme callado. “Sos demasiado Mondrian y yo soy demasiado Picasso” me espetó con cierta mueca de hastío y se fue.

Al día siguiente no nos vimos, ni tampoco al siguiente, ni al siguiente. Los días se iban como si el maldito Cronos se regodeara en mi desesperación e hiciera más lento su elemento. Pasaron nueve días antes de que ella me llamara y me dijera que nos viésemos. Para ese momento mi vida era ya un caos y el trabajo se me antojaba ya de una banalidad excesiva. Yo la quería a ella, a sus labios, a sus verbos inventados, a sus libros preferidos... a ella, a ella.

Nos vimos en una cafetería, como siempre y logramos entablar una conversación interesante, pero ella se sentó frente a mí y no a mi lado como hacíamos siempre, así que intuí que los besos, esa ambrosía tan necesaria para mi inmortalidad de memoria, estaba fuera de discusión. Sin embargo, verla, escucharla, conversar... eso era ya mi bálsamo de Fierabrás.

Pero ella evitaba mi mirada, ella quería decir algo que no se animaba a decir. Finalmente, cuando el sol comenzaba a palidecer, pareció tomar el valor que la luz que había quitado y me dijo sin más: “hubiera pasado mucho tiempo a tu lado... tal vez un par de vidas...” Aquella pausa, aquel pero dejado en el aire, implícito, invisible pero taladrante me hizo saber que la continuación de la frase no le correspondía a ella, sino a mí. “Pero no estás para crecer y hacerte adulta conmigo” Las lágrimas rodaron por sus mejillas y bajó la mirada. “Mi Mondrian y tu Picasso...” dije con un susurro “...se divirtieron por un tiempo, pero los caminos, como los de las pinturas, se tornaron muy distintos” Ella lloraba en silencio, mirando siempre la mesa “Las líneas están ahí” me dijo ella “pero no hay que pedirlas, a veces no hay siquiera que pintarlas” Y se levantó con brusquedad. Yo no dije nada, la vi partir sin volver la mirada y mis lágrimas se negaron a despedirla.

Los años han pasado, no la he visto más. Yo me casé, logré la estabilidad, la solidez y la armonía de mi tan anhelado Mondrian... pero todos los días, por unos minutos, me veo al espejo y gozo un poco recordando cada línea de Las señoritas de Avignon.

FIN

martes, 21 de octubre de 2014

La sonrisa de la Gioconda - Luis Racionero


La sonrisa de la Gioconda – Luis Racionero



“Caro Francesco:
Las promesas engañan, el tiempo decepciona, la muerte burlas los cuidado, las ansiedades de la vida son nada.”

Ese es el cruel y maravilloso comienzo de este libro de Luis Racionero, quien nos regala en 300 páginas una rápida biografía del genio italiano nacido en Vinci y que vive, como todo inmortal, en la memoria colectiva del mundo.

Tierno, triste pese a saber el final del personaje, maravilloso por todos los datos y las ficciones sobre el gran genio.

Desde su lejana infancia, su traslado a casa de su padre en donde es tratado como bastardo, condición socio-familiar en la que nace, sus inicios con el gran Verrochio, sus peleas con Miguel Ángel sus amoríos tanto con hombres como con algunas mujeres, sus inspiraciones, sus decepciones, sus viajes...

Leonardo da Vinci siempre ha estado envuelto en un aura de misterio, comenzando, por supuesto, por el cuadro que le da el nombre a este libro, del que se han dicho tantas cosas y se han expuesto tantas teorías, incluída la que se baraja en esta novela, que la Mona Lisa no es más que la madre de Leonardo, a quien siempre quiso y atesoró como uno de sus seres más queridos.

Su tortuosa relación de amor-odio con Salaì, su último amor con Francesco Melci, el paso por todos sus mecenas, todas las obras que acabó y las tantísimas otras que no dejó más que a medias.

Es una novela que intenta ser biográfica y que pretende llenar con ficciones los vacíos que han quedado en la vida del grande, del inventor, pintor, médico, filósofo, matemático... y siga usted contando, Leonardo.

Mi más sincera recomendación es que lo lea, pues termina uno encariñándose, además de admirando al maestro da Vinci.

Y claro, cómo no finalizar con el mismísimo final del libro: “Como en día bien empleado da gusto morir, tras una vida colmada da gusto morir”

LEA, EL CONOCIMIENTO ES PODER!!

sábado, 18 de octubre de 2014

Volver. Cuento


Estaba solo, como había estado desde que ella se había marchado. Pero la suya era una soledad volcánica: ardiente, sofocante, claustrofóbica y angustiante hasta la locura.

Ella no estaba, ella no estaba, ella no, ella, no.

Sabía que estaba haciendo algo, un fósforo en la mano, una ollita, un lejano olor a café, el calor del fuego. Las viejas rutinas, vistas solamente a través del cristal roto del abandono. Él era el culpable, lo sabía y no tenía reparos en aceptarse como tal, repeticiones burdas, llenas de lugares comunes “me lo merezco”, “fui un idiota”, “solo así se aprende”, “o grandes felicidades o grandes lecciones”... espejos rotos en los que resulta cruel mirarse. Las palabras se le antojaban resbalosas, escurridizas, falsas. El mejor amigo del hombre, el silencio.

Encontrarse con ella en los rincones inexplorados. La esquina de la cocina a la que nunca llegó la escoba por estar entre el refrigerador y el mueble que servía de tabla para cortar la carne; el olor de las hojas de albahaca recién cortada, el color del techo con las goteras que jamás reparó.

Eso de mirar al techo le pareció excesivo y muy cliché, así que decidió vencer la depresión en nombre del decoro y salió a la calle intentando recordar la sensación del sol en la cara. Ardillas jugueteando en los alambres de electricidad, un par de pájaros en pleno cortejo, automóviles entrando y saliendo de casas repetidas con problemas iguales, similares o totalmente distintos, pero vividos de forma diferente, aunque paradójicamente, igual de brutal.

Los cienpiés se habían apoderado de gran parte de un tronco y ver cómo algunos se encimaban a otros lo asqueó, pero siguió viendo, casi hipnotizado.

Ruidos mecánicos resonando, rodeándolo. Una motocicleta, una motosierra, dos automóviles, una mujer en la cochera corriendo en un aparato monstruoso. Cuanta fealdad, cuanta banalidad, cuanta vacuidad pretéritamente inadvertida.

El arrastrar de sus propios zapatos lo sorprendió. ¿Había arrastrado los pies desde un inicio, había comenzado recién a arrastrarlos o los había arrastrado desde siempre? El despertar.

Ver a los niños jugando en la calle le trajo memorias perdidas de las veces en las que él mismo se dedicaba tardes enteras a perseguir una pelota o a destrozar pantalones por caerse tanto de la bicicleta. Tantos recuerdos herrumbrosos, tanto pasado precioso gracias al tamiz del tiempo. Pájaros de oropel trepando por su espalda, diciéndole una y otra vez que todo es una mentira y que no hay nada más lógico que creerlo.

Y de cuando en cuando, sus ojos. No aquellos ojos cafés llenos de poesía, no aquellos ojos llenos de deseo que lo desvestían sin tocarlo durante tanto tiempo. No. Ojos acusadores, llenos de reclamo, de decepción, ¡ay!, decepción. No cabía duda alguna, aquellos ojos lo estaban devorando desde adentro, desde el mismo centro de su memoria y no había más que rendirse, aceptar aquella derrota estúpida y salobre, mientras la calle seguía y seguía, larga, gris inacabable. Ni modo, la vida sigue y el suicidio era una alternativa demasiado común, tan sencilla que se negaba a aceptarla, un axioma de imbecilidad y vodeviles repetidos.

Techos altos, enredaderas tragándose las paredes felizmente y él contemplando el cielo nublado, sabiendo que la tormenta se acercaba, incapaz de comprender que aquello implicaba mojarse, empaparse hasta los huesos y un seguro resfriado lleno de incomodidades.

Miraba cada detalle, pero no se detenía en la observación de nada. Todo eran anuncios publicitarios de una vida que ya no lo era. Nada valía la pena como para prestarle atención.

Y entonces la vio, ahí, sin la cara de angustia con que la había imaginado. Sola pero decidida, subiendo a un autobús. Dueña de su tiempo, de su vida, de su entorno y de su pasado. El pasado de él. No había lágrimas, no había caras tristes, solo había determinación, una determinación de que él nunca había sido capaz y de la que ella siempre fue propietaria absoluta y vitalicia. No lo vio, menos mal. Salvarse de la vergüenza de explicar una facha que, si ella la hubiese tenido, hubiese sido un acto de complicidad. Pero no la tenía.

Y fue en ese momento cuando se dio cuenta de lo que aquel cielo gris significaba y se planteó la pregunta “¿Debería volver?” Un trueno lejano le hizo caer más en la vomitiva realidad en la que estaba y se volvió a preguntar, ahora con más decisión “¿Debería volver?” Una gota, en su párpado izquierdo, pequeña, helada, solitaria, aunque no por mucho. A lo lejos, el sonido inconfundible de la tormenta que venía sin miramientos, cruel, inhumana. Así fue como llegó a su decisión definitiva, sin miramientos, cruel... humana. La pregunta regresó, pero no se la hizo, estaba ahí, pendiente de los hilos de su voluntad sin animarse al asomo. “Volver”, se dijo, “¿para qué?” y siguió bajo la tormenta, sin lágrimas, sin dolores, sin un alma en venta.

FIN

viernes, 17 de octubre de 2014

Viernes de vídeo

Le gustan las películas de Zack Snyder? (Tranquilo, seguro que ha visto la mayoría pero no sabe o no recuerda el apellido del mero mero)
Pues esta recopilación de los momentos de cámara lenta (slow motion, si se quiere poner exquisito) de sus películas le van a encantar:
 
Zack Snyder // Slow Motion from Jaume R. Lloret on Vimeo.

Sonría, es viernes :)

miércoles, 15 de octubre de 2014

El angelito. Cuento


Fue tarde, no sabría decir exactamente la hora, pero sé que era tarde, porque el ruido desesperante de los carros había disminuido. Tenía hambre y me había levantado a prepararme algo de comer. Nada elaborado, tal vez un pan con crema o con queso, cualquier cosa hubiese estado bien. Pero el aleteo me sacó de mis pensamientos culinarios.

Eran unas alas grandes. Seguro. Algo que jamás había escuchado, algo más grande que un de las lechucitas que llegaban a posarse de vez en cuando sobre la antena aérea del televisor. Aquello era grande, lo suficiente como para hacerme botar la bolsita con la crema y prepararme para lo peor. Imagínese usted el susto... no, el pavor que despertó en mí al oir que tocaban la puerta de atrás. Sí, esa que da a lo que se supone que es un patio y que no es más que un trocito de tierra moribunda, llena de cienpiés y escasa de cualquier otra cosa.

Yo, claro, desnudo como estaba corrí hacia mi cuarto con el Jesús en la boca, creyendo que la delincuencia me iba a convertir en una pequeña adición a las estadísticas. Pero cuando aquella voz, dulce, difícil de definir como masculina o femenina me pidió que abriese la puerta, por una razón que no podría explicar, no pude resistir, mis piernas se movieron solas, me vi lleno de una confianza que jamás había logrado sentir, estaba plenamente convencido de que aquello que estaba en el minipatio no era malo, al contrario, sentí que no había nada en el mundo más seguro que aquello que estaba afuera. Y sí, lo pensaba como “aquello”, porque el tonito de la voz era extraño y porque, imagine usted, ¿cómo llamar a algo que llega volando, a media noche (o eso creo) a tocar a la puerta de atrás de su casa?

En fin, llegué sin miedos a abrir la puerta, solo para encontrarme con lo más hermoso y maravilloso que mis ojos hayan podido ver o verán en esta vida o en la otra: un angelito. Era chiquito, gordito y bonito, como esos cuadros en los que se retrata a los angelitos, que si bien son chiquitos, también era lo suficientemente grande como para que el aleteo sonara pesado y de ahí el ruido que originalmente me había matado del miedo.

Pero decía,... al abrir la puerta, el muchachito... o muchachita, no sé bien, me miró con cierta indignación, como reclamando el tiempo que me había llevado abrir la puerta y entró batiendo sus alas y viendo a derecha e izquierda, como evaluando si el lugar valía la pena la espera que había tenido que hacer.

Imagine mi vergüenza al recordar que yo estaba desnudo, sí, desnudo, chulón, vaya, para que me entienda, con todas las miserias al aire y el angelito ahí, volando con los brazos cruzados y sin prestarme demasiada atención.

Finalmente, se volvió con resolución y me dijo, “quiero dormir”. Como es de suponer, la extrañeza y la duda me cruzaron la cara, sobre todo por aquello que mi abuelita siempre me dijo “los ángeles no duermen, no lo necesitan y además te cuidan” y si no, ¿en dónde carajos queda aquello de “ángel de mi guarda dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día”? Debí haber sido tremendamente transparente para aquella cosita tan tierna, porque me miró con cierto hastío y me dijo “sí, dormir”, me acabo de escapar porque quiero experimentar lo que ustedes experimentan.

Mis orejas deben haberse puesto más coloradas que los tomates que se ven en la tele, digo, porque los del mercado son más pálidos... pero bueno, que aquella confesión me llenó de nuevo de ese temor paralizante. UN ANGELITO ESCAPADO. No era eso casi como Satanás. Usted me dirá que no, que a aquel lo expulsaron y este se había escapado, pero que yo no lo creo de esa forma, que de todas formas fuera del cielo es fuera del cielo y desobediencia es desobediencia ¿y qué si el de allá arriba, el mero mero, el colochón se enojaba con el angelito y le mandaba un rayo o algo y terminaba yo sacando terminación?

Como pude, le señalé la cama y alcancé a decir con un hilo de voz, haga de caso como ese ruidito que se escapa cuando abre usted el chorro del lavadero y se da cuenta no hay agua y solo sale aire, pues así, así mismo era mi voz en ese momento, y le dije, “adelante, acostate como podás”

Pero en el momento en que el bodoquito ese se me quedó viendo con extrañeza y con cara de no saber lo que le estaba diciendo, una ola de ternura me invadió, aquella cara de inocente ignorancia me hizo olvidarme de todos los temores y me hizo querer ayudarlo, nada más que ayudarlo sin que me importara nada más.

Me acosté en la cama y me puse la almohada debajo de la cabeza y le dije “esto es acostarse”, es lo que se hace para luego poder dormir. Una vez más, se me quedó viendo con cierta duda y me dijo “pero, ¿cómo logro dormirme?”

La pregunta del millón. Cómo explicar algo tan cotidiano, algo así como la pregunta de “sí pero ¿cómo respiro?” ¿Cómo se le explica a alguien que nunca ha hecho algo que para uno es una necesidad y no algo que se hace porque se desea?

Lo único que se me ocurrió fue lo obvio: “Hagamos algo, me voy a acostar y a dormir para que me veás mientras duermo, a ver si lográs hacerlo como yo, ¿de acuerdo?”

El angelito me vio con alegría y asintió, así que me dispuse con alegría a mostrarle a aquella cosita cómo se hacía algo en lo que yo era experto. Con algo de superioridad me acosté, me puse la almohada debajo de la cabeza de nuevo y le dije “ahora se cierran los ojos y esperás a que el sueño llegue y perdés la conciencia” Cerré los ojos y esperé, aparentemente poco, a que el sueño me dominara. Aquella experiencia debió haberme agotado de manera extrema, porque terminé durmiendo hasta la mañana siguiente. Me levanté con cierto aspaviento, recordando que tenía una visita por demás importante, con vergüenza y con cierto orgullo presuntuoso, pues no cualquiera duerme con tanta placidez como lo logro yo, tanto tuve razón, que cuando levanté la cabeza, me asombró no ver nada. No, no estaba ciego, no estaba bajo ningún evento de presión nerviosa, en realidad, no vi mi televisor, no vi mi refrigeradora, no vi mi cocina, no vi nada de nada.

La verdad es que no he dicho toda la verdad, si que había algo: un papel escrito a lápiz con una letra preciosa que con seguridad era del angelito. Decía lo siguiente: “Te vi dormir por algún tiempo y me pareció aburrido, así que he decidido intentar otras cosas que ustedes hacen a diario, esto de la televisión es gracioso”

Me reí con todas las fuerzas del mundo, pero la verdad es que, además, aprendí una valiosa lección: La próxima vez que un ser paranormal o mitológico se haga presente en mi puerta, con toda la seguridad y la autoridad de mi humanidad, lo voy a mandar a la mierda.

viernes, 10 de octubre de 2014

Viernes de vídeo

Oooooh carajo!!! Éste, no bastándole ser una animación CGI fuera de serie, un despliegue de imaginación y pericia en el uso del software en el que se haya hecho, sino que además plantea una excelente teoría, ficticia sobre la creación de la vida en los planetas:

Abiogenesis (Short Film) from Richard Mans on Vimeo.

Se llama, como ya habrá visto, Abiogenesis, y es una obra de arte por donde se le vea!!

Sonría, es viernes :)

miércoles, 8 de octubre de 2014

Batman Incorporated



Este no es precisamente un cómic "poco conocido" y por eso es que no le pongo el título de la serie.

Sin embargo, en un momento determinado lo encontré, la novela gráfica
completa, y claro, resistirse al Caballero Oscuro es un error, grave error.

Ambientada un poco después de la película (o la serie) El Hijo de Batman, Batman Incorporated nos cuenta la historia de cómo Bruce Wayne planea el ataque al mal a nivel global, reclutando a una serie de personajes que serán el "Batman" de cada país en el que Batma Inc. se encuentre.

Damian, el hijo de Bruce Wayne y Talía Al Gul (sip, la mera hija de Ras Al Gul) ha jurado la venganza contra Batman, que le quitó a su hijo (que no, que no se lo quitó, Damian decidió quedarse con su padre) y llevar a cabo su iniciativa criminal Leviathan, que está enfocada a acabar, especialmente, con la ciudad de Wayne: Gotham.

No existen en esta novela gráfica la intervención de los criminales típicos de este personaje de DC, es decir no hay Joker, no hay Pingüino, no hay nada, excepto el combate de parte de todos los Batman y los ex Robin Nightwing y
Batwing y etc. que se unen a la iniciativa para luchar contra Leviathan, que además, ha creado otro clon de Batman, mejorando al mismo Damian (que sí, fue bebé de probeta), con la finalidad de matar a Batman y, de paso al mismo Damian (que en algunos momentos parece que el objetivo fuese al revés, matar a Damian para que Wayne pierda la cordura).

Llega el momento en que Talía logra poner contra las cuerdas a Bruce y, una vez más, el caballero oscuro termina siendo un fugitivo de la ley, al saberse que todo se trata de una vendetta personal de la muchacha contra el gran Batman y la iniciativa de Batman Inc, termina siendo disuelta para evitar los problemas que se generaron inicialmente por éste. Sin embargo, claro está, estos problemas se sostienen a lo largo de toda la novela, con las respectivas dosis de sentimentalismo y comicidad que convierten a esta saga en una verdadera obra de arte.

Todos los problemas acaban con la "muerte" de Talía a manos del servicio
secreto inglés (el servicio secreto del servicio secreto, se entiende) que termina recibiendo una bala y siendo enterrada junto a su hijo Damian, quien, en el epílogo, desaperece de su tumba, junto con la mismísima Talía, lo que da la idea clara de que las cosas no terminan tan fácilmente, sobre todos porque el padre de Talía: Ras Al Gul, ha creado un ejército de clones, luego de liberarse de la prisión que su misma hija Talía había ideado para él.

Con los trazos de varios artistas, la novela resulta entretenida y llena del poderío del, aún, infalible Batman y no puedo menos que recomendar la lectura de Pe a Pa de esta maravilla de DC. Lo admito, no puedo ser muy objetico cuando se trata de Wayne y compañía, pero créame, este personaje resulta por demás hipnotizante y sus aventuras una verdadera delicia. Así que si puede LÉALO que seguro, seguro, no se va a arrepentir!!

sábado, 4 de octubre de 2014

Sábado de vídeo

El final de una raza, de manera brutal, sin aviso alguno, sin esperanzas y con un final un tanto inesperado. Cortito, muy cortito, pero con la sustancia necesaria.



Sonría, es sábado :)

viernes, 26 de septiembre de 2014

Viernes de vídeo

Uno de esos vídeos hechos por fans que saben lo que están haciendo. Un corte levemente cómico de un día en la vida de un orco de La Tierra Media:
Sonría, es viernes :)

viernes, 19 de septiembre de 2014

Viernes de vídeo

Pues qué le digo, hay malos artistas, artistas regulares, artistas buenos, artistas muy buenos, artistas excelentes y después viene Joe Fenton:



Sonría, es viernes :)

jueves, 18 de septiembre de 2014

Rayuela - Julio Cortázar


A Rayuela no se puede llegar tarde. Una novela que, por cierto, no tiene nada que ver con uno de sus resúmenes, es en realidad un enorme compendio de erudición, amor parco, metáforas y símiles sin pretención, anti-lugares-comunes, tratados psicológicos de sus personajes, lecciones de geografía francesa, clases sobre jazz... en fin, y como dijo el mismo Cortázar, el incluyó TODO en una novela.

Horacio Oliveira es el personaje principal de la historia, que en la primera parte del libro se encuentra en Francia y en la segunda parte está en la Argentina. La Maga (Lucía de nombre real) es el amor no comprendido de Horacio, no comprendido por no saber realmente que es su amor y dejarlo escapar por ser, como casi cualquier ser humano, un dechado de desgracias y miserias.

Oliveira es, sin embargo, alguien con un paso adelante de la mayoría de nosotros, pues él sabe lo que es y no intenta cambiarlo, no necesariamente porque esté a gusto con lo que es, si no porque el cambio no sería otra cosa que una acumulación de lugares comunes, que él sabe que no lo sacarían de su eterno no buscar, pero encontrar.

Un hijo muerto (Rocamadour), un club de intelectuales que gustan discutir sobre la filosofía incomprendida del escritor Morelli, un retorno a la Argentina para encontrarse con su viejo amigo Traveller, una confusión entre Talita (novia de Traveller) y la Maga una serie de capítulos prescindibles (según el mismo título de la tercera parte), llenos de parodias y desmentimientos a capítulos anteriores... Rayuela es en realidad y sin duda, una de esas novelas que no puede dejar de leerse.

De las mejores novelas? No sabría decirlo. De las que más me han gustado?... pues sí, lo que no implica, claro está, que sea de lo mejor que se ha escrito, pero esa opinión no solo la tengo yo, que esta potente novela es considerada incluso un clásico latinoamericano.

Sea cual sea la opinión que un simple mortal (léase un servidor) tenga sobre la novela, usted DEBE LEERLA para formarse su propia opinión.

viernes, 5 de septiembre de 2014

Viernes de vídeo

De la admiración a la envidia (que dicen que no existe buena envidia, yo digo que no existe ni buena ni mala, solo existe envidia) y del WOW al o__O, este es el viaje de un cuaderno de bocetos y de sus indiscutiblemente talentoso propietario Jirō Taniguchi:

Louis Vuitton Venice Travel Book by Jirō Taniguchi from Nadia M on Vimeo.

Sonría, es viernes:)

sábado, 30 de agosto de 2014

Podcast 6. Por qué existe el trabajo?

Pues les comparto una serie de reflexiones que hicimos acerca de la pregunta que da origen al podcast en una de esas ruedas de amigos en las que cada tema lleva una carga de locura:



Y si por una de esas cosas quiere bajar el archivo, puede hacerlo del siguiente link:

https://dl.dropboxusercontent.com/u/59166381/podcast%207%2030-8-2014.mp3

Sabe que, como digo en el podcast, me gustaría conocer sus respuestas, a ver si se anima a compartirlas aquí o en correo electrónico o en las redes sociales :)

viernes, 29 de agosto de 2014

Viernes de vídeo

Yo, con este, pasé con una sonrisa de idiota durante casi 4 minutos:

Game of Thrones, Season 4 – VFX breakdown from Rodeo FX on Vimeo.

Sí, lo sé, también soy adicto a GOT

Sonría, es viernes :)

viernes, 22 de agosto de 2014

Viernes de vídeo

Uno de esos artistas que pintan y uno no logra adivinar de qué va lo que pinta hasta el último segundo:



Cortito, pero con ese toque de sorpresa que es tan bueno.

Sonría, es viernes :)

sábado, 16 de agosto de 2014

Cómics y mangas poco comunes

The Sandman presents Love Street


Pues qué le digo, es uno de los tantos forks que salieron luego del maravilloso éxito de The Sandman de Neil Gaiman. Este no es precisamente malo… pero no es ni lejos algo excesivamente bueno. Es una historia que se desarrolla en el futuro de Alex Burguess, cuando recién ha capturado a Sueño de los eternos (Morfeo, Oneiros, Dream Weaver, etcéctera) y que hace una reunión para recaudar fondos y en la que un grupo de jóvenes se reúnen para aprender del gran maestro, pero que se llevan el susto de sus vidas al ver como una de sus compañeras, Pamela, es poseída por un ente que sospechan es una especie de demonio, pero que no es más que un sueño que desea rescatar a su señor.
El verdadero meollo del asunto no se da en el tiempo descrito en el párrafo anterior, sino en el futuro, cuando aquellos jovenzuelos son ya viejos… o casi, pues nos encontramos Ravy, un personaje que vemos en la historia original de The Sandman, representando al indio inmortal que al ser traicionado huye por el mundo y que vemos en el barco de una de las historias que se encuentra en la posada el final del mundo; otro de los personajes conocidos es, ni más ni menos que John Constantine, que es quien se encarga de reunir al grupo en el futuro adulto de éstos.
El motivo de la reunión es el temor, pues el sueño que poseyó a Pam, les advirtió que al morir la portadora, ella iría por cada uno de ellos y en ese futuro adulto de los protagonistas, Pam está muriendo.
Todos hacen por reunirse, excepto Ivan, el que en su tiempo de juventud era el novio de Pam y que estaba presente (sexualmente hablando) en el momento de la posesión.
Finalmente, a través de un recuerdo de dos de los personajes, se deduce que en el momento de la posesión, tanto Pam, como Iván, como el sueño (de nombre Urraca, por cierto), quedaron unidos gracias a un hechizo lanzado por uno de los miembros del grupo de amigos, que quiso ayudar, pero en realidad solo empeoró las cosas.
Así pues, el lío y el temor son la clave, pues todos temen la amenaza de Urraca hecha años atrás y que está a punto de llevarse a cabo.
Ahora bien, el librito de tres tomos se llama The Sandman presents… y Sandman, el gran personaje, el gancho de esta novelita, se ve en tres páginas… TRES y nada más.
No se equivoque, la historia está muy bien contada, las transiciones temporales están bien logradas, además del soberbio trazo Michael Zulli, pero es que en realidad estos “spin offs” derivados del maravilloso trabajo de Neil Gaiman solo se aprovechan del tema “The Sandman” para vender historias que no tratan exactamente del dios del sueño, sino de historias totalmente derivadas (lo sé, lo sé, es precisamente un spin off) que en el mejor de los casos muestran a Oneiros de una forma vaga, sin hacer referencia ni siquiera disimulada a este gran personaje.
En todo caso, tal y como ya expuse, es una historia bien contada, así que si quiere leer una buena historia, sin hacerse ilusiones de encontrar una historia que no se sabía sobre Morfeo, pues entonces anímese a leerla. De lo contrario, mejor espere que Neil Gaiman siga escribiendo una historia de El Tejedor de Sueños que sí lo tiene a él como personaje principal (entiéndase The Sandman Overture)
Suerte

viernes, 15 de agosto de 2014

Viernes de vídeo

Desafortunadamente es demasiado corto, pero tal vez esa sea la razón por la que resulta tan hipnótico.

Se llama Mother y es una belleza:

Mother from Fabrice Le Nezet on Vimeo.

Sonría, es viernes :)

sábado, 9 de agosto de 2014

Cómics y mangas poco comunes


Una historia llena de fantasía, un amor fallido y temores supersticiosos de musulmanes, cristianos y montañeses con enorme cantidad de dioses y seres mitolígicos variopintos.

El Ciclo de Irati se compone de 3 volúmenes publicados a lo largo de más o menos 3 años y que se unen en una novela gráfica de 144 páginas que no decepciona.

Siendo engendrada por una lamia y un montañés, Irati es una combinación interesante, pero que, por desgracia, no logra uno compenetrarse al 100% ni de sus poderes ni de su misión en la vida.

Eneko, un cristiano destinado a convertirse en el líder de las montañas, conoce a Irati luego de ser herido por musulmanes y de ser rescatado por la susodicha y curado por ella y Luxa, una vieja que ha vivido con Irati desde la muerte de su madre.

Irati ha continuado la construcción de un castillo que iniciase su madre, que serviría para albergar al futuro rey de todos los hombres y las criaturas de esos bosques, otro de los temas que quedan implícitos, por desgracia, dentro de la historia.

El amor que nace entre Irati y Eneko los lleva a luchar el uno por el otro, pero al final, puede más (o eso parece) el interés de Eneko por un medallón que le garantiza su reinado, que el presunto amor por Irati.

Es una historia interesante, aunque medianamente bien contada, pues da la impresión que el tiempo que se lleva un libro con el otro (son 3 volúmenes escritos en diferentes años) deja varias lagunas inconclusas o acabadas con excesiva rapidez. Aunque hay que admitir que el dibujo evolucionó bastante y el trazo se vuelve más maduro, al mismo tiempo que el coloreo se torna más experta... aunque tal vez con el defecto de ser digital (cosa que no puedo asegurar)

Pero en fin, que no es mala del todo y que es recomendable que le eche una buena lectura, en caso de que pueda conseguirla (impresa, de preferencia) y disfrutar del paso de las páginas, pero si, como en mi país, los cómics son una rareza (sobre todo si son "underground"), no puede conseguir el original, puede bajarlo del siguiente link:

http://comicalt.blogspot.com/2014/01/el-ciclo-de-irati.html

LEA, EL CONOCIMIENTO ES PODER!!!

viernes, 8 de agosto de 2014

Viernes de vídeo

Este podría llamarse los pros y los contras de los viajes en el tiempo, un fulano que viaja en más de un par de ocasiones en el tiempo, para advertirse a sí mismo de algo.

Time Travel Lover from Elisha Yaffe on Vimeo.

Sonría, es viernes :)

sábado, 2 de agosto de 2014

Podcast 5. La violencia en el país. Preguntas y respuestas

En este podcast doy respuesta a un par de dudas y comentarios sobre el podcast anterior en el que hablaba sobre la violencia en El Salvador:



Por si desea bajar este podcast en formato mp3, puede hacerlo desde el siguiente link:

https://dl.dropboxusercontent.com/u/59166381/podcast%205%2002-7-2014.mp3

viernes, 1 de agosto de 2014

Viernes de vídeo

Lo sé, es un anuncio comercial, lo sé, es una propaganda... PERO VEA USTED QUE BELLEZA!!

No lo pude resistir y le traigo esta belleza:



Sonría, es viernes :)

sábado, 26 de julio de 2014

Sábado de vídeo

Cortito, desafortunadamente, mudo... todavía más desafortunado :( pero un tanto hipnótico un vistazo rápido y explicado de la entrada/salida de los satélites geosincronizados. Confieso, en mi niñez, pese a que mi padre y mi madre me explicaron que no, yo siempre quise pensar que eran naves de otro planeta que nos visitaban XD, en fin, 2 minutitos y una leve explicación visual, que con todo y todo, no me quitan la ilusión ;)

Geosynchronous satellites entering and leaving Earth's shadow from fercapa on Vimeo.

Sonría, es sábado :)

viernes, 11 de julio de 2014

Viernes de vídeo

Dream Life of Paper from 1984 London on Vimeo.

Este es uno de esos vídeos en que, durante 4 minutos, uno se relaja y disfruta de una explosión de belleza visual, explosiones de colores a mansalva y provocan una sensación de haber uno presenciado algo hermoso. Quítele el amor a un poco más de 4 minutos y dese el gusto de disfrutar.

Sonría, es viernes :)

sábado, 5 de julio de 2014

Sábado de vídeo

Hay pocas cosas de la humanidad que yo puedo decir que me impresionan de forma positiva, esta, sin duda alguna, es una de ellas, vea usted el arte desplegado por el caballero durante 8 grandiosos y espectaculares minutos:



Sonría, es sábado :)